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Luis Miguel Villar Angulo

La aljama de Hervás

A 375 km por la ruta más rápida en dirección Sevilla-Salamanca se hallaba el pueblo cacereño de Hervás, al lado del río Ambroz también conocido por el nombre de río Cáparra, después de desviarme por la CC-82.

Río Ambroz

Tenía interés en conocer la fisonomía de la aljama de Hervás y los restos culturales de la población de un barrio donde había vivido una comunidad judía, declarado Conjunto Histórico Artístico en 1969.

No era la primera vez que había sentido curiosidad por una judería, después de haber cruzado callejuelas y placitas del Barrio de Santa Cruz de Sevilla; haber comido dulces artesanales judíos (mamules de frutos secos y agua de azahar, ghorayebah de harina de avellana, kamisch-broit de nueces, kijelej de mon con semillas de amapolas o kupferlin de almendra) del obrador de Herminia Rodríguez en Ribadavia (Orense); visitado la Sinagoga del Agua de Úbeda o el mikve de la Sinagoga de Besalú; deambulado por el call judío de Montblanc o visitado el Museo de Historia los Judíos de Gerona.

Todavía conservaba la sensación de tristeza que había causado en mi ánimo el Museo Judío de Berlín. Un efecto muy superior que el sobrio e impactante antiguo cementerio judío de Praga o la estructura posmoderna de vidrio, cobre y hormigón del Museo POLIN de Historia de los Judíos Polacos de Varsovia.

Eran recuerdos sencillamente tristes de persecuciones de un pueblo, de oceánicos hastíos contra la intolerancia, de suburbios marginados que propagaban imágenes de clausura. Después de la Segunda Guerra Mundial muchos estados habían convenido en adoptar la recuperación de la normalidad después de haber pasado por una situación difícil.

La judería de Hervás, como otras españolas, había vivido fuera de los otros barrios del pueblo, apartada por acuerdo de las Cortes de Toledo de 1480. Así siguieron flotando los seres judíos con los otros bautizados hasta que el Edicto de Granada o Decreto de la Alhambra en 1492 los expulsó de la Península.

El tiempo no había sido inmemorial entre los amigos. Los habitantes más ancianos de Hervás sin documentos fehacientes habían sabido conservar la apariencia de la aljama: unas vidas maceradas contra su propia pena, unos conversos que habían mantenido sus callejuelas quebradas en la Travesía de la Sinagoga, unos profesos sin votos solemnes y de largura de ánimo que habían rotulado la Calle de la Amistad Judeo Cristiana donde un hotelito sensible proclamaba la estrella de David.

Calle de la Amistad Judeo Cristiana

Mientras caminaba pensaba en cuánta sustancia amasada quedaba en una casa soportalada de cuatro pasos recorridos, en cuánto sudor y costumbre de lluvias y fríos en un tendedero de ropa que afirmaba aliento joven.

Aleros de casas susurrantes en la cuesta abajo de la Calle del Moral, acodada con travesías que rezumaban charlas y amistades de cristianos nuevos en la Travesía del Moral, llenando el espacio de casas con balcones en la Calle de la Bodeguilla; nostalgias lentas de conversos bajo saledizos caminando por las galerías apoyadas en fustes de madera expuestos al paseo junto al río Ambroz, que la asociación de vecinos había sabido respetar y mejorar.

Calle del Moral
Travesía del Moral

Un grupo humano con un barrio en un puño; un vecindario consciente de nueva esperanza que hacía festejos entre castaños en el Valle del Ambroz cada primer fin de semana de noviembre (Gran Calbotá), para comer castañas asadas, higos secos y sangría.

Caminaba por las piedras escurridas de las callejuelas acodadas con fachadas que alternaban envoltorios encalados con otros de piedra y tejas verticales como cubiertas caídas para recibir el agua, nieve o granizo. Algunas fachadas rústicas con entramados de madera de castaño y adobe recordaban armaduras del pueblo salmantino La Alberca.

Hoy habían regresado los derechos de los judíos sefardíes; la Ley 12/2015, de 24 de junio, en materia de concesión de la nacionalidad española a los sefardíes originarios de España había proclamado la alegría; España se había desprendido del caos vivido en el siglo XV. Ahora con voluntad humana y aliento floreciente la red actual de juderías ofrecía la estatura judía en pueblos y ciudades que afirmaban la gloria colectiva del pueblo hebreo resonando en sus voces cavadas durante siglos.

ojos hervasenses habían cantado la primera Historia Sefardí de Hervás en 1997, como niños que miraban a su mundo asombrados. Sin reservas, el festival era el segundo acto cultural más importante de Extremadura. Representaban las gentes del pueblo obras de teatro (“Los Conversos” y “La Conversa de Hervás”) desde una costa empedrada y rota del río Ambroz. Abajo del pueblo se asentaba el barrio de los conversos.

Vistas del pueblo y de la sierra cercana. Al fondo Iglesia de San Juan Bautista

Allá arriba, la Iglesia de Santa María de Aguas Vivas de sillería y mampostería granítica del siglo XIII, quieta atalaya, contemplaba la feligresía y el paisaje otoñal del valle. A su vera, parte de la torre de grandes sillares del antiguo bastión-fortaleza de origen templario del siglo IX.

Iglesia de Santa María de Aguas Vivas
Fortaleza de Hervás

Aunque no visité la Casa de los Dávila de estilo barroco, rehabilitada en 1972, que acogía el Museo Pérez Comendador-Leroux, sentí la alegría de conocer la patria chica de Pérez Comendador que había esculpido la Infanta María Luisa en posición sedente del parque sevillano que llevaba su nombre o el rey Alfonso X en el proyecto colectivo del monumento de Fernando III de Sevilla.

Desde un rincón, Hervás cantaba a los hebreos españoles que habían regado de conocimiento muchas actividades humanas. Hervás había fundido bajo un azul parado las semillas amargas de la expulsión judía que habían eclosionado brillantes en la memoria colectiva.

Un pensamiento sobre “La aljama de Hervás

  1. Gerardo Pérez Calero

    Es el.pueblo natal del escultor Enrique Pérez Comendador, activo en Sevilla como miembro de la llamda Generación de la Exposición Iberoamericana de 1929.

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Luis Miguel Villar Angulo
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