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Luis Miguel Villar Angulo

Morella y la Iglesia Arciprestal de Santa María

Conforme me iba acercando a Morella, la silueta del enorme cerro coronado por el castillo a 1.070 metros de altitud se iba perfilando mejor desde la carretera. Las edificaciones se habían construido en la solana del cono como un abanico abierto desde el castillo. La umbría del cono se cubría con una vegetación rala que en invierno mantenía la escarcha de las incipientes nevadas. La disposición de las calles seguía las cotas curvilíneas del relieve de este a oeste abriéndose los corredores en miradores o terrazas, o se cortaban al sur en cuestas fraccionadas con escalones para vigorizar los músculos que se agradecían por la reverberación de la luz en épocas frías. Aquella mañana invernal era fría. Se notaba en el paisaje confitado de blanco en la hierba y en las callejuelas vacías por el relente tras una noche despejada.  

Murallas medievales

Los más de dos kilómetros de murallas medievales de los siglos XIV y XV rodeaban la ciudad, aunque un paramento estaba datado en el siglo XVIII. Pedro IV, el Ceremonioso, había sido el artífice principal de la muralla en un contexto de guerra contra la Corona de Aragón. Las siete puertas y 10 torres magnificaban la impresión de una villa acostumbrada a encerrarse entre sus muros de dos metros de espesor y una altura de 10 a 15 metros para sobrevivir a los asedios. Había sido testigo el pueblo de tomas y reconquistas desde la construcción del castillo por los almorávides (Abderramán III, El Cid, Jaime I, etcétera).

Puerta de San Miguel

Me detuve delante de la copia del Peiró de Santa Llúcia (Cruz de término de Santa Lucía) situada a los pies de la Puerta de San Miguel (1360), que pudo ser el modelo de las valencianas Torres de Serranos, desde la que se dominaba la robustez de la muralla. La Puerta de San Miguel de arco ojival en medio de dos torres octogonales de cuatro pisos que servía para realizar juegos medievales, se comunicaba con la cuesta de Trinquete que desembocaba en la Puerta de los Neveros (alusión a la conservación de la nieve) y a pocos metros a la derecha se elevaba la fachada barroca de la antigua iglesia de San Miguel que albergaba el Museo de Tiempos de Dinosaurios.

Murallas medievales

Museo Tiempos de Dinosaurios

La primera impresión que me causó este museo era el continente barroco. La antigua iglesia de planta basilical se había transformado en un espacio museístico que acogía restos históricos como el Peiró de Santa Llúcia y otros fósiles paleontológicos de los dinosaurios entre el Jurásico Superior y el Cretácico Inferior, entre 146 y 98 millones de años. Era imponente la reconstrucción del Iguanodon de hacía 125 millones de años, bautizado como Morelladon beltrani,  perteneciente a la familia de los ornitópodos. Gracias a los folletos (para niños) se podían emparentar las familias de esos animales del Cretáceo y de otros marinos como la tortuga gigante, cuando Morella estaba bañada por el mar, que ahora distaba a 64 kilómetros en dirección a Vinarós. Pero también era relevante mencionar las pinturas de arte rupestre con escenas de caza, principalmente la cabra, y representaciones esquemáticas en un abrigo de Morella la Vella a 6 km de Morella, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1998. 

 

Museo Tiempos de Dinosaurios

Calles

Cuando me asomé a la Puerta de San Miguel divisé a lo lejos el acueducto de Morella. El agua procedía de la fuente de Vinatxos que abastecía a la población. Ahora cruzaba el interior de la villa por la calle Blascó de Alagón con un tramo de soportales que recordaban construcciones medievales para que los habitantes se guarecieran de la lluvia y el frío. Era la arteria principal del comercio. Cada escaparate invitaba al curioso a comer productos variados, entre ellos el queso (tronchón) o la repostería derivada del requesón (flaons). 

Morella. En el angulo superior derecho se observa el acueducto. En el centro, la Calle Blascó de AlagónSantuario de la Virgen de Vallivana

Santuario de la Virgen de Vallivana

Desde 1673, cada seis años se celebraban las fiestas en agosto en honor de la Virgen de Vallivana, patrona canónica de Morella desde 1952. El Santuario de la Virgen se situaba a 22 kilómetros de Morella en un valle yermo. La talla de la Virgen hecha de barro cocido policromado era una estatuilla de 29 centímetros de estilo gótico (hacia mediados del siglo XV) que sostenía al Niño Jesús con el brazo izquierdo. Ambas figuritas estaban revestidas con túnica blanca y manto azul. Coronada la Virgen en 1910, ostentaba corona real flordelisada de cuatro florones. La Iglesia era de mediados del siglo XVIII. La iglesia del Santuario de la Virgen de Vallivana constaba de una sola nave, capillas laterales, bóveda sobre crucero y camarín de estilo neoclásico.

Traer a colación aquí la Virgen de Vallivana, que había sido mi primera visita antes de llegar a Morella, lo justificaba el hecho de las fiestas más renombradas del pueblo que se celebraban de seis en seis años (Sexenio). 

Santuario de la Virgen de Vallivana

Museo del Sexenio

Cada día de las fiestas del Sexenio en honor a la Virgen de Vallivana era una oportunidad para que cada gremio de labradores, tejedores, torneros (que eran testimoniales), peregrinos y de otras artes y oficios, junto a grupos de gitanetes, realizaran sus danzas y desfiles ataviados con su indumentaria típica. El colorido de la fiesta había merecido un reconocimiento de interés turístico nacional.

El Museo del Sexenio estaba instalado en la iglesia de San Nicolás. Los morellanos habían desarrollado la importante habilidad de rizar papel de seda para la ornamentación de las calles. Algunos tapices expuestos en las distintas salas del museo eran obras de arte. El fondo del museo desplegaba, además, colecciones de trajes, materiales para la construcción de las flores de papel y antiguas fotografías de la fiesta.

 

Museo del Sexenio

 

Iglesia Arciprestal de Santa María

Tres cosas me llamaron la atención de la Iglesia Arciprestal de Santa María de estilo gótico valenciano y renacentista (siglos XIII a XVI): las puertas de los Apóstoles (Siglo XIV) y de las Vírgenes (Siglo XV), la escalera enroscada a una columna de acceso al coro alto y el Altar Mayor.

Las dos puertas exteriores se encontraban en el mismo lado del templo. La Puerta de los Apóstoles era la mayor, había sido restaurada en 2019, y tras la restauración se había rescatado la policromía del siglo XIV. En los extremos de la Puerta se elevaban dos contrafuertes renacentistas y la estatua de La Virgen María centraba el parteluz. Se llamaba de los apóstoles porque allí estaban representados los discípulos de Cristo en las jambas bajo doseles. La Puerta de las Vírgenes, más pequeña, pero más refinada, contaba con la estatua de Santa Úrsula presidiendo el tímpano. En ambas puertas, un gablete con rosetón ciego elevaba la visión del espectador hacia el cielo, como una argucia más del arte gótico.

Aprovechando uno de los pilares que sustentaban la bóveda de crucería los arquitectos habían diseñado una escalera de caracol para acceder a la galería del coro alto que representaba escenas de la vida de Cristo desde el Nacimiento a la visita de los Reyes Magos a lo largo del pretil. El coro era distinto, único, y nada visto en los templos catedralicios. Una obra de arte para guardar en la retina por su singular belleza. Y cuando elevaba la mirada hacia el órgano de Turull quedé fascinado por su equilibrio de tuberías y decoración repujada en dorados. El año 2019 había conmemorado su 300 aniversario con un concierto dentro de su XXXVI edición del Festival Internacional de Música. Sin duda, el altar mayor y sus tres rosetones con vidrieras originales multiplicaba el colorido del Altar Mayor dando crédito a lo que habíamos conocido del arte churrigueresco por la multiplicación de volúmenes y esgrafiados en el techo y el Altar Mayor. Los dorados y las reverberaciones de la luz en el ábside producían un efecto visual de extraordinaria belleza. No me importó aturdirme en la fantasía de las formas y color del templo.

Fachada

 

Escalera de caracol

 

Altar Mayor y coro

 

Convento de San Francisco

Parece ser que el convento franciscano fue fundado por Jaime I el Conquistador a mediados del siglo XIII. Restaurada la arquería del claustro y parte de la iglesia, el templo recordaba la premura con que se levantaban los edificios religiosos en la época de la reconquista. Atravesando el claustro con columnas y arquillos de estilo gótico se accedía a la Sala de Profundis con una pintura tenebrosa del siglo XV (Danza de la muerte) que podría emparentarse con las obras macabras de Valdés Leal del siglo XVII en la Iglesia de los Venerables de Sevilla (In Ictu Oculi, y Finis gloriae mundi).

Danza en el Convento

Castillo

Aun quedaba la caminata de la mañana fría para ascender a la cota de más de 1000 metros de altura del Castillo. Sin duda, era la mesa que dividía la visión del pueblo en dos semicírculos, la habitada del sur esperando el sol de mediodía y la árida y fría del norte, descampada, para solaz de las aves. Después de caracolear por el camino ascendente me detuve ante la figura ecuestre de Ramón Cabrera conocido con el alias del Tigre del Maestrazgo durante la I Guerra Carlista del siglo XIX. Pensé cuántos ejércitos habían combatido por este peñón aparentemente inexpugnable, atalaya en un cruce de caminos que había pasado por manos de habitantes de varias religiones y culturas. Desde el Castillo me percaté del redondel de la plaza de toros del pueblo. Ya no me acuerdo si llegué o no a la Plaza de Armas. Si no lo hice, quizás vuelva otra vez. Regresé a la Puerta de los Estudios. Volví a visitar por fuera la Iglesia de Santa María en la plaza de Benedicto XV, la fachada del Ayuntamiento gótico-meridional con elementos mudéjares, hasta desembocar en la Puerta de San Miguel. Aquella mañana había sido física e intelectualmente muy intensa. No tenía dudas, Morella era uno de los pueblos más bonitos de España.

Castillo

Resumen. Quedé conmovido por el Santuario de la Virgen de Vallivana, impresionado por la magnitud del portal de San Miguel, sobrecogido por el Morelladon beltrani, deslumbrado por la Iglesia Arciprestal de Santa María, asombrado por los tapices en papel de seda rizado del Museo del Sexenio, sobresaltado por la Danza de la muerte y al tiempo sosegado por la armonía de los arquillos del Convento de San Francisco, desconcertado por las callejuelas serpenteantes al amparo de las murallas, y cansado … tras subir al castillo. 

Morella y la Iglesia Arciprestal de Santa María

Luis Miguel Villar Angulo & LMVA

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