Cubrí los 11 km que separaban Úbeda de Baeza en cerca de 20 minutos.
Plaza del Pópulo
Aparqué cerca de la Plaza del Pópulo, que era una de las plazas más bellas de Baeza. Una enorme fuente, conocida por Los Leones, marcaba el enclave arqueológico, porque no era una fuente más, sino una pieza que procedía de la antigua ciudad romana de Cástulo. La princesa Himilce coronaba la fuente. En sitio tan emblemático, las edificaciones nobiliarias se habían transformado meritoriamente en alojamientos institucionales.
Los Juzgados, antigua Carnicería del siglo XVI, conservaban el antiguo escudo del Corregidor y el de la ciudad en una fachada doblada de columnas y ventanas. La Audiencia Civil y Escribanías Públicas (o Casa del Pópulo) tenía un estilo plateresco con originales ventanas con frontones, frisos y jambas. Estaba pegada a la muralla musulmana en el lado sur de la plaza. Debió de tener una imagen de la Virgen del Pópulo en un balcón del edificio ante la que imploraban los baezanos cuando luchaban contra los musulmanes. La Puerta de Jaén y el Arco de Villalar eran del siglo XV, aunque tuvieron reconstrucciones posteriores, con significados distintos: la puerta conmemoraba la boda de Carlos V, y el arco la victoria de las tropas imperiales contra los Comuneros de Castilla.
Palacio de Jabalquinto
Caminando en dirección al Palacio de Jabalquinto por la calle del Conde de Romanones se tardaba dos minutos. Estaba situado en uno de los espacios artísticos y culturales más importantes de Baeza. No en vano cada verano cientos de estudiantes y profesores se agolpaban en la sede Antonio Machado de la Universidad Internacional de Andalucía para realizar los cursos de verano. Era un edificio singular, renacentista, que le valió junto a Úbeda el reconocimiento de Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2003.
Construido en el Siglo XV, tenía la fachada todas las trazas que caracterizaban el estilo gótico isabelino con transición al renacimiento. Combinaba la heráldica, los pináculos flamígeros y la decoración de tradición musulmana (mocárabes, frondas y florones) en su eclecticismo. La entrada se hacía por medio de un arco conopial, apuntado. Sobre ella dos ventanas gemelas y otras dos separadas, igualmente ajimezadas, constituían la planta segunda. Por encima de las ventanas ocho escudos se repartían familiares del señor Jabalquinto y de su señora hasta la logia superior, que era un mirador columnado renacentista, construido posteriormente. Este espacio decorado en torno a la puerta se cerraba con dos enormes contrafuertes, que engrosaban el muro, y que se coronaban con nidos de mocárabes. En el interior destacaba un patio renacentista de doble arcada con escudos en todas las enjutas de los arcos.
Ayuntamiento
Cinco minutos después llegué caminando a la plaza del Ayuntamiento. Me detuve delante del edificio de la Casa Consistorial contemplando los elementos arquitectónicos de estilo plateresco, principalmente las pilastras y los arcos. Mirando hacia arriba la cornisa sobresalía con originales y variadas ménsulas y rosetas. La vista no sabía dónde parar para captar más detalles decorativos. Se abrían dos puertas en la fachada. La primera de medio punto enmarcada por dos cariátides que alegorizaban la Justicia y la Caridad comunicaba con la antigua Cárcel. La segunda, más grande, era de arco rebajado y a través de ella se accedía a la antigua Casa de Justicia. El segundo piso de este Monumento Nacional tenía cuatro balcones y en el espacio comprendido entre ellos sobresalían escudos. El escudo dedicado a Felipe II, que era el más grande, ocupaba el centro del muro. No tenía referencias del arquitecto, pero sin duda el maestro constructor conocía el arte italiano, porque los cuatro balcones de la segunda planta tenían arcos de medio punto con vanos adintelados, un recurso popularizado por Sebastián Serlio que influyó en otros, como Pedro Machuca, arquitecto del Palacio de Carlos V de Granada.
Frente a la Casa Consistorial había una lápida en una casa recordando la residencia que había tenido Antonio Machado y su madre mientras aquel ejerció la cátedra de Lengua francesa en el Instituto General y Técnico (1912-1919).
Antigua Universidad
Cuando miraba las puertas cerradas de la Antigua Universidad en la calle San Juan de Ávila no podía sospechar su antigüedad. Fundada la Universidad en 1523, era una de las cuatro universidades menores andaluzas, junto a Sevilla, Granada y Osuna. Expedía titulaciones de varios grados y san Juan de Ávila llegó a formar un cuadro docente que se conoció como el claustro de alumbrados de Baeza por la diseminación del conocimiento erasmista (¿herético?), al que se unieron beatas, que países europeos llamaban beguinas, y que vivían en comunidad, respetaban el celibato, se dedicaban a la oración y hacían obras de caridad, pero no tenían reglas.
Caminando pensaba en las transformaciones que acontecían en los edificios para acomodarlos a sus nuevas funciones. Esta Universidad que nació bajo la advocación de la Santísima Trinidad no dejó de ser centro educativo en su historia. De hecho, era el I.E.S. Santísima Trinidad, donde ejerció su docencia Antonio Machado.
El espacio tenía diversas partes y resoluciones decorativas, desde un acceso a la iglesia por medio de una puerta de medio punto enmarcada por columnas corintias a la que seguía un entablamento y encima tres óculos circulares, solución que se iba alternando hasta la cornisa para concluir en la esbelta torre campanario de la Capilla dedicada a San Juan Evangelista. En la misma acera izquierda de la calle, destacaba en la fachada principal un medallón con relieve de la Santísima Trinidad por encima del arco de medio punto estriado, que tenía estilo manierista de finales del siglo XVI.
Al fondo de la calle empedrada y con edificios con paredes y muros de sillería se divisaba la iglesia tardo-románica de Santa Cruz.
Fuente de Santa María
Caminando hacia la Catedral me detuve en la Plaza de Santa María. La fuente de Santa María, original y exenta, era del siglo XVI, obra del baezano Ginés Martínez. Consistía en un triple arco triunfal orientado norte-sur: un arco curvo, moldurado, en el centro y dos adintelados en los extremos elevados, siguiendo la tradición serliana, vista anteriormente en el Ayuntamiento, sobre un pilar lobulado. El frontón contenía escudos de Felipe II y de la ciudad con figuras de atlantes. Apostadas sobre las columnas que sostenían los frisos adintelados, unas cariátides resaltaban la figura femenina. Era un monumento conmemorativo de la traída de aguas a la ciudad en 1564. En fin, una obra de un baezano digna del mejor arquitecto italiano.
Fuente de Santa María
Catedral de la Natividad de Nuestra Señora
Como había sucedido en otros templos cristianos, la catedral renacentista se edificó sobre la antigua mezquita mayor en 1147, aunque fue consagrada como “Natividad de Nuestra Señora” en 1227. Fue sede episcopal durante 22 años en el siglo XIII. Posteriormente, se levantó el edificio plateresco de tres naves y bóvedas de crucería (1529). Desplomada parcialmente la fábrica del edificio y reconstruida en sucesivas fechas, distintos arquitectos, entre ellos el famoso Andrés de Vandelvira, intervinieron para ajustarlo. El templo era heterogéneo en apariencia. La cara norte miraba a la Plaza de Santa María. Sobre la puerta flanqueada por pilastras y hornacinas había un relieve representando la Natividad de la Virgen. Se observaba en la parte superior una ventana de tres arcos conforme el estilo serliano, visto en el Ayuntamiento y en la Fuente de Santa María. A pesar de la oscuridad y de mi prisa, deambulé por el interior mirando la bóveda vaída del crucero con relieves en tondos y pechinas con los cuatro evangelistas, las distintas capillas, en particular, la capilla dorada, del Cristo de los Emigrantes o del Lignum Crucis, los retablos del altar mayor o de la capilla del Sagrario, y la reja, obra del maestro Bartolomé, autor igualmente de la reja de la catedral de Granada. Pasé de largo por el púlpito reconociendo que mi visita fugaz no había captado todas las excelencias de la catedral (custodia, claustro, sala capitular, capilla mudéjar, etc.). Este Monumento (BIC) declarado en 1931 necesitaba una visita más pausada.
Regresé a la plaza del Ayuntamiento, miré la placa donde vivió Antonio Machado y recordé la lápida y el monumento en el palacio sevillano de las Dueñas donde conoció la “luz, el huerto claro, la fuente y el limonero”.
Resumen. Caminando hacia la Antigua Universidad de Baeza, Patrimonio de la Humanidad, la Plaza del Pópulo, el Ayuntamiento, monumento nacional, incuestionable, con su decorado alerón, el Palacio de Jabalquinto, la Fuente de Santa María y su plaza donde se alza la Catedral y la reja del maestro Bartolomé, o el arco de Villalar.