VISITA AL PARQUE NATURAL DE LA SIERRA DE HORNACHUELOS, PASANDO POR ÉCIJA Y PALMA DEL RIO,
por
Juan Antonio Barrio Fernández.
Partiendo de Málaga y tras dejar atrás Antequera, Estepa y Osuna, tres poblaciones con abundante y rico patrimonio, pero que no eran el objeto de nuestra visita, llegamos a Écija donde decidimos hacer una alto en el camino para tomar un pequeño descanso, reponer fuerzas y hacer un rápido recorrido por la ciudad para volver a contemplar (ya habíamos tenido la dicha de hacerlo detenidamente en anterior ocasión) sus esbeltas torres que, ya desde mucho antes de llegar, sobresalían en el horizonte. La mayoría de estas magníficas torres fueron construidas en el siglo XVIII, al que se puede considerar como el siglo de oro ecijano o astigitano.
Habíamos elegido una fecha otoñal pensando en el cromatismo de la estación, en temperaturas agradables… Pero en lo referente a este último aspecto nos equivocamos, pues este año las temperaturas veraniegas no nos han querido abandonar a su tiempo. Y Écija, haciendo honor a su slogan de “sartén de Andalucía” nos recibió con un calor inusitado para la fecha.
Como habíamos leído que la Iglesia de Santiago es el edificio eclesiástico más interesante del Conjunto Histórico Artístico de Écija, “siendo una de las iglesias más elegantes de Andalucía perteneciente al estilo gótico-mudéjar del siglo XV”, hacia ella nos encaminamos en primer lugar. Y tuvimos la fortuna de que se encontraba abierta, por lo que pudimos contemplar el impresionante y majestuoso retablo mayor (transición del Gótico al Renacimiento), del cual nos comentaron que “está considerado como el retablo más importante de Andalucía después del de la catedral de Sevilla”.
Al fondo de la plaza mayor se yergue la espléndida torre de Santa María que nos trae recuerdos de la Giralda.
En una foto (no muy buena, pues refleja la luz) de un cartel de propaganda se pueden ver todas las torres ecijanas.
Entre sus abundantes palacios nos dirigimos hacia los dos más emblemáticos: el de los Marqueses de Peñaflor y el de Benamejí. Al primero también se le conoce como el de los “balcones largos”. Es de estilo Barroco (S. XVIII) y fue declarado Monumento Histórico Artístico en 1962. El de Benamejí alberga en su interior el Museo Histórico Municipal de Écija) y está considerado como “una de las obras más notorias del barroco civil andaluz”. En el centro de su monumental fachada destaca la portada. Y en los extremos dos torres miradores
Antes de llegar a Hornachuelos hicimos otra parada en Palma del Río, de la que destacamos su muralla (“uno de los recintos fortificados mejor conservados de Andalucía”), construida, no en piedra sino en tapial, en los siglos XI-XII. Así como el Palacio de Portocarrero. El palacio es privado. Ha sido restaurado y en la actualidad lo alquilan para celebrar eventos. Cuando fuimos nosotros celebraban una boda, así que no pudimos acceder al interior. Lo de celebrar bodas parece que viene de antiguo, pues ya D. Gonzalo Fernández de Córdoba (El Gran Capitán) celebró en él la suya. Y en este palacio nació el cardenal D. Luis Manuel Fernández de Portocarrero y Mendoza, Canciller Mayor de Castilla, Arzobispo de Toledo y Primado de España. Al lado de muralla y palacio destaca, así mismo la iglesia de La Asunción.
De un folleto turístico editado por el Patronato Provincial de Turismo de la Diputación de Córdoba extraigo los datos de que la villa de Hornachuelos está situada al oeste de la provincia de Córdoba, con una superficie de 909,22 kms. cuadrados, repartidos entre Sierra Morena y el Valle del Guadalquivir. Que más del 80% de su término está dedicado a aprovechamientos forestales, ganaderos y cinegético. Y que tiene una población de 4.700 habitantes. En el año 1989 se crea el Parque Natural de la Sierra de Hornachuelos, de 67.202 hectáreas, la mayor parte de las cuales pertenecen al término de Hornachuelos. Este parque es un ecosistema mediterráneo de media montaña, en cuya vegetación dominan la encima y el alcornoque. Y forma parte de las 424.000 Has. “Dehesas de Sierra Morena” que la UNESCO declaró como Reserva de la Biosfera en el año 2002.
Sus numerosas poblaciones de ciervo y jabalí hacen que la Sierra de Hornachuelos esté considerada como reserva cinegética de primera magnitud a nivel nacional.
Lo primero que hicimos al llegar al pueblo fue acudir al Centro de Visitantes, en el que se muestra el Parque (fauna, flora, relieve…) a través de exposiciones y proyecciones. Después recorrimos el pueblo, en el que, por su emplazamiento, existen varios miradores desde donde se divisan bonitos paisajes.
Hay una red de senderos, varios de los cuales parten desde el mismo Centro de Visitantes, la mayoría de dificultad media-baja. Como hacía calor decidimos adentrarnos en la Sierra con el coche hasta llegar a la Aldea San Calixto, a 17 kms. de Hornachuelos, en pleno corazón de Sierra Morena. Esta aldea surgió a causa de la política de colonización de Carlos III, a finales del S. XVIII, junto a lo que fue Monasterio de los Basilios del Tardón, abandonado a causa de la Desamortización. Hoy día hay un convento de Carmelitas Descalzas, de clausura. Aunque no fueran de clausura el efecto prácticamente sería el mismo por la soledad, tranquilidad y silencio, que reina en aquel lugar. Me hizo recordar un slogan que decía sobre Ávila: “la ciudad donde se escucha el silencio”. Y es que, a parte de las cuatro casas alineadas en una calle, algunas deshabitadas u ocupadas solo a tiempo parcial, el pueblo más cercano está a una media hora en coche.
Sobresale la iglesia de Nuestra Señora de la Sierra, desproporcionada diría yo, en tamaño y altura en comparación al resto del poblado.
Ya que estábamos en zona de monterías, degustamos carne de venado y compramos unos chorizos también de animales de caza mayor… Había bastante ambiente al ser fin de semana.
No pudimos visitar el palacio de Moratalla y sus jardines, (ocho hectáreas) inspirados en los de Versalles, según habíamos leído y allí nos corroboraron, porque estaban cerrados.
Cerca de Hornachuelos, en dirección hacia Córdoba capital, nos encontramos con Almódovar del Río. Pero mucho antes de llegar se divisa su imponente castillo, en lo alto de una colina, que es lo más destacable de este municipio. Su emplazamiento ofrece unas magníficas vistas de la población y una amplia panorámica tanto de la Sierra como del Valle.
El castillo es de origen árabe, del siglo VIII. Y es una de las fortalezas mejor conservadas de Andalucía, puesto que fue restaurada en el siglo XX por su propietario Rafael Desmaissieres y Farina, XII conde de Torralva. En una de las dependencias hay una serie de fotografías donde se puede comparar el estado de ruina en que estaba y cómo ha quedado después. Sigue siendo una propiedad privada. Y se ve que también lo utilizan para celebraciones de bodas y otros eventos pues en el patio de armas estaba cubierta por una carpa bajo la cual se celebran los banquetes.
Se recorren las distintas torres (del Homenaje, la Redonda… las mazmorras, una dependencia con armas del medievo y la capilla de la Virgen del Rosario, patrona de la localidad. No se visita una vivienda neogótica que se construyó el conde en el interior del recinto.
A escasos kms. del pueblo se encuentra el embalse de la Breña II en el tramo final del rio Guadiato, cercano a su confluencia con el Guadalquivir. Es el segundo de mayor capacidad de Andalucia. Tras la sequía estival, y al no haber hecho acto de presencia las lluvias otoñales, lo encontramos muy mermado. Escuchándonos este comentario, un paisano me comentó que todavía tenía bastante agua y me hizo notar cómo lo que para mí era una carretera o camino que había quedado al descubierto por la bajada del nivel de las aguas embalsadas, era la antigua presa de la Breña, sumergida en la actualidad, pues su capacidad de embalse resultaba insuficiente y por eso se amplió el embalse con la construcción de la Breña II. O sea que si se hubiese mantenido la primera presa, estaría rebosando. Y es que el embalse no recibe solo las aguas del Guadiato sino que, mediante una estación de bombeo, se elevan las aguas excedentarias del Guadalquivir en invierno.
Junto al pantano hay un Centro de Actividades en la naturaleza (C.A.N. La Breña II) con un amplio abanico de actividades de ocio que se pueden practicar en el entorno del pantano. Y al lado un bar restaurante con una terraza donde se puede hacer un pequeño descanso disfrutando de la panorámica del pantano.
Al querer ver y conocer muchas cosas en dos días, no siempre se hace con la profundidad adecuada. Así que no me importaría volver de nuevo a Hornachuelos para recorrer algunos de los senderos de su Parque Natural disfrutando de la naturaleza; para degustar sus productos de caza, de huerta, su rica miel, sus naranjas… O para participar en alguna de las actividades de aventura que ofrecen, como adentrarse en el río Bembézar con piragua, rutas guiadas…Para los más osados hay circuitos de multiaventura, y se puede sobrevolar el río Bembezar, en tirolina, a más de cien metros de altura (los gritos y chillidos que iban dando unos jóvenes – se puede hacer en dos tirolinas paralelas – en su recorrido, hicieron que desistiera de plantearme la idea).
J.A.B.F.