Calor flotante se sentía al conducir silenciosamente por la carretera a través de la paz extremeña, desde que me desvié de Llerena a la carretera de Fuente del Arco de 693 habitantes (2017). A siete kilómetros de este pueblo se alzaba la Ermita de la Virgen del Ara. En el camino estrecho y curvilíneo de tierra hasta la cota de la Ermita, seguía pensando que tenía que llegar a la hora que me habían asignado por teléfono para la visita reservada. Verde oscuro era el color de la vegetación de la Sierra de la Jayona. Cerca, el Monumento Natural Mina La Jayona había dejado una ladera llena de escombreras de color rojizo de la explotación del mineral de hierro. Los olivos y acebuches se alineaban peinando las faldas de las colinas. Me preguntaba una y otra vez qué había de cierto en el sobrenombre de Capilla Sixtina Extremeña que iba a visitar en ese paraje minero de luminoso derretido con los acordes de las chicharras que habitaban en los fresnos y los álamos sin parar de cantar. Mientras, unas golondrinas abanicaban sus plumas y gorjeaban apoyadas en la estructura metálica modular cubierta y abierta que estaba junto a la Ermita de la Virgen del Ara. Cuando volaban en comunidad se alimentaban de mosquitos y libélulas de la Rivera del Ara. La sombra del cobertizo era ideal para comer un breve tentempié y beber unos tragos de agua.
Sentimiento de sorpresa que me sacudió el ánimo.
Lugar mágico. Por allí habían desfilado milicias romanas (cerca estaba el poblado y teatro romano de Regina), bereberes y caballeros de la Orden de Santiago que habían creado la infraestructura agropecuaria de la zona plantando olivos y criando manadas de ganado vacuno. Se conservaban restos de columnas romanas en un vano en forma de herradura enmarcado en una moldura abierta a la nave de la Ermita de la Virgen del Ara. Edificada por el prior santiaguista Don García Ramírez, era una iglesia escueta, sin sacristía ni camarín en 1494.
Por fuera, la disposición de la ermita ya revelaba su traza mudéjar en las arcadas peraltadas que ofrecían sombra en el muro sur de la nave. La silueta era precisa. Destacaba sobre el cielo añil del mediodía. Una espadaña de dos cuerpos sobrevolaba el tejado del coro mirando al patio interior al oeste (siglos XVI-XVII). Hacia el este sobresalía un cimborrio y una linterna. El tejado rojo a dos aguas de teja árabe cubría el flanco de los soportales y parte del muro blanco. Antes de acceder a la ermita por la puerta situada a sus pies, un patio encalado mostraba dependencias privadas, ajenas a la ermita, que despertaban un relativo interés por conocer el contenido de estas y que no eran visitables (aposentamientos, casa del santero, bodega con lagar y molino de aceite que su prensa de viga y quintal había sabido dar denominación al aceite del lugar.
La entrada a la ermita costaba 4€ junto a un prospecto que firmaba Manuel Vilches Morales, extractado probablemente de su obra Leyendas Fuentelarqueñas publicada en 2009. La guía (¿se llamaba Pepi Millán o Ara María Martín?) era de Fuente de Arco como el autor del folleto. El número de visitantes no llegaba a la decena. No había restricciones para fotografiar las pinturas del interior del templo.
Enarcar las cejas. Levantarlas con gestos de admiración.
Un tic en los párpados mirando de arriba hasta abajo las pinturas de la cosmogonía. Trasposición de la realidad sensible con los ojos abiertos. Colores rojo, azul y verde que incendiaban la visión. Pinturas al fresco, temple y óleo en armonías de colores y desavenencias de excelencia. Capilla Mayor abierta a nave central por arco toral. Bóveda compartimentada en 24 rectángulos de nave basilical y nervaduras trampantojos en la bóveda del presbiterio. Ladrillos y cerámicas mudéjares del tipo de la Cartuja de Sevilla. Retablo churrigueresco en el testero de tres calles. Tabla gótica en la Sacristía de notable importancia histórica (S. XIV) y Camarín (S. XVII) con escultura de la Virgen del Ara y esculturas de bulto de Erminda y Jayón. Coro rococó no visitable (S. XVIII). Pinturas geométricas en el zócalo (S. XIII). Escenas del Génesis numeradas del 1 al 26 con leyenda en la bóveda y coro (S. XVII). Narrativas evangélicas de la Pasión y Resurrección de Jesús en los muros representado el Vía Crucis (S. XVII). ¿Debía la Ermita por esas representaciones el apelativo de Capilla Sixtina? Conceptos e imágenes metafóricas de los cuatro puntos cardinales representados por figuras femeninas con distintos atributos debajo del coro (S. XIX). Retablos con imágenes de un Cristo crucificado y de un santo (que no se mencionan en las crónicas). Anonimizados artistas y talleres zurbaranescos de Llerena dibujaron y pintaron de manera desigual en siglos diferentes. Resultado: Bien de Interés Cultural con la categoría de monumento el 2 de octubre de 1993.
La leyenda de las apariciones marianas extremeñas venía de antiguo. Probablemente del culto a las diosas madres, especialmente negras que tenían el prototipo en la diosa egipcia Isis. (Véase el caso de la Virgen de Guadalupe). Las leyendas marianas cumplían una función: explicar una devoción y la creación de un santuario. Las órdenes religiosas, en particular la Orden de Santiago, favorecía la atracción de la población morisca cuando era reconquistada. Siempre el mismo proceso (véase la creación del Monasterio de Tentudía, mudéjar y renacimiento en este blog). Apariciones de vírgenes aceptadas. Prodigios ante pastores. Reconocimientos del clérigo. “Sólo en España hay alrededor de veintidós mil advocaciones marianas distintas con sus correspondientes santuarios, capillas, ermitas, basílicas, catedrales… y más de cincuenta mil imágenes”, según Rodríguez Plasencia.
La leyenda de la Virgen de Ara tenía la misma música. Una princesa (Erminda) y un rey moro (Jayón), ciego. Aparición de la Virgen en una encina a la princesa. Recuperación de la vista del padre. Reconversión. La tabla de la Sacristía narraba la epopeya. Las esculturas de bulto redondo de Erminda y Jayón sobresalían en el Retablo Mayor. Por la Virgen se hacían peregrinaciones a la Ermita de la Virgen del Ara. Los exvotos de la Sacristía testimoniaban la fe y devoción de las personas. La Hermandad de la Santísima Virgen del Ara había suspendido la procesión del día 7 de septiembre de 2020.
Mientras regresaba, imaginaba a la Virgen del Ara luciendo manto y saya de espolín valenciano en color oro del año 1950, engalanada en un trono con lirios, lisianthus, flores estáticas, claveles y hojas verdes de eucaliptus, limonium, margaritas blancas y paniculata..
Leyenda, tradición, devoción mariana. Los fuentealarqueños mantenían viva su fe en la Virgen del Ara.