Con voluntad de conocer el origen de mi lengua fui a los ilustres Monasterios de San Millán de Suso y Yuso para celebrar el ingenio y el valor de unos monjes copistas que hicieron anotaciones marginales a unos textos en latín empleando la lengua vernácula de las gentes del siglo X.
A una lengua mortecina y fría (latín) la empujó atrás, hasta rezagarla otra que movía la boca cotidiana del pueblo y la hacía libre, desde el castellano al euskera. Y los nuevos sonidos ya no hicieron parar las glosas en olvido.
El Monasterio de Suso(el de «arriba») era el señero. Allí me dirigí, después de haber tenido la fortuna de haber escuchado el canto gregoriano, llano y monódico, de los monjes del monasterio de Santo Domingo de Silos que me arrebataba los oídos por sus textos.
Después de sortear curvas empinadas con el coche entre bosques de hayedos, nogales, linos y berceos de la Sierra de la Demanda, la subida a pie al resto del montículo hasta llegar a la puerta de acceso con arco de medio punto del Monasterio de Suso no había sido incómoda. Desde fuera, los cuatro niveles constructivos del edificio recordaban una cogulla, o túnica de amplias mangas con capuchón. De ahí, el sobrenombre de Cogolla para el monasterio. La visita guiada había durado 40 minutos aproximadamente.
Fundado lo que había sido un cenobio por San Millán en el Siglo V con elementos arquitectónicos de varios estilos desde el visigótico, mozárabe al pre-románico, conservaba unos sepulcros en el claustro que, según la tradición, correspondían a los enterramientos de los siete infantes de Lara. Los eremitas de esta comunidad mixta constituyeron un foco cultural de notable sabiduría. Una oquedad con tres huecos bajo arcadas se consideraba el altar más antiguo de España.
Además, se conservaba en la cueva el cenotafio con la escultura sedente de San Millán en alabastro oscuro de estilo románico (siglo XII), que fue el primer patrón de Castilla. Los restos de San Millán descansan en un arca relicario en el Monasterio de Yuso («abajo») construido en 1053 y reconstruido en estilo herreriano en el siglo XVI. El lugar nos muestra sorprendentemente la capacidad personal e innovadora de un hombre que vivió 101 años (473-574) en un eremitorio visigodo.
Aquí, el poeta Gonzalo, natural del pueblo riojano Berceo, a un escaso kilómetro de distancia de los monasterios, recibió su primera educación, que completó posteriormente en Palencia para luego establecerse como clérigo y notario en Berceo. Fue el primer poeta que escribió en un nuevo sistema lingüístico, tras las Glosas Emilianenses.
Desde el claustro del Monasterio de Suso, enclavado en la ladera de un cerrillo, se dominaba el valle y la silueta del Monasterio de Yuso a 4 Km de distancia en el municipio de San Millán de la Cogolla, regido por los frailes de la Orden de Agustinos Recoletos en la actualidad.
El Monasterio de Yuso era un monumento que bien pudiera ser considerado El Escorial de La Rioja por su elevada y magnífica construcción, que se advertía desde una explanada exterior donde la puerta de la iglesia Catedralicia a la izquierda datada en el siglo XVI y reconstruida posteriormente en estilo plateresco, y el acceso al Monasterio a la derecha en estilo barroco (S. XVII) formaban un ángulo con portadas de esmerada decoración.
El claustro bajo, como en otros monasterios, conservaba la pátina de la antigüedad (iniciado en 1549) y la belleza de las nervaduras góticas entrelazadas haciendo figuras geométricas, que contrastaba con la sencillez del claustro alto de estilo clasicista con pinturas de la vida de San Millán.
Los múltiples frescos en los arcos de medio punto con yeserías alegóricas a las estaciones del año y el techo de la sacristía del siglo XVIII con abundantes representaciones de figuras geométricas doradas eran particularmente atractivas. El suelo de alabastro parece ser una de las razones de conservación de los frescos del techo que no había recibido restauración alguna desde 1693. Presidía el retablo barroco de la Sacristía la imagen de Nuestra Señora Reina de los Ángeles.
San Millán estaba representado a caballo en una escena de la batalla de Hacinas en el altar mayor de la iglesia del siglo XVI y en la portada de acceso al monasterio en un relieve como San Millán “Matamoros”.
Además de la arqueta de San Millán, que había sufrido diversas expoliaciones en sus placas y que se encuentran repartidas por los museos del Hermitage de San Petersburgo y Metropolitan de Nueva York, se exponía la arqueta de San Felices, maestro de San Millán, datada a principios del siglo XII, que estaba compuesta por seis placas de marfil y que sirvió para trasladar los restos del Santo a Yuso en 1090.
El escritorio de San Millán conserva un buen número de códices manuscritos e ilustrados y miniaturas de algunos de ellos, como los famosos beatos con comentarios al Apocalipsis de San Juan, que había iniciado y difundido el Beato de Liébana en el valle cántabro de su nombre, siendo en la actualidad el Archivo y biblioteca monástica de Yuso.
La Sala de Códices y Cantorales tenía una réplica del famoso códice 60 donde aparecen escritas las Glosas Emilianenses. Además, cuidaba en vitrinas una treintena de libros gigantes hechos a mano que pesaban entre 30 y 40 kg y el sacrificio de miles de cabezas de ganado vacuno para curtir la piel.
El Salón de la Lengua, inaugurado en 1977, resumía otro de los valores culturales del monasterio. La Fundación San Millán de la Cogolla había creado el programa de educación patrimonial “Emilianense” para el conocimiento de los valores culturales de estos monasterios.
Los Monasterios de Suso y Yuso, San Millán de la Cogolla y el municipio de Berceo eran un remanso para la mente, como el flujo de agua del río Cárdenas, que los serpentea arrastrando las primeras palabras del castellano. Merecidamente, ambos monasterios riojanos de Suso y Yuso de San Millán de la Cogolla han sido declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1997.
Algunos peregrinos decidimos hacer enoturismo en La Rioja regresando al Camino Francés para descansar en Santo Domingo de la Calzada. No se me olvidarán las variedades de uvas tempranillo y graciano envejecidas 14 meses en barricas americanas y francesas maridadas con quesos semicurados y carnes rojas a la brasa. Así hice este camino.