Al lado del río Carrión, entrando como peregrino del camino de Santiago por la calzada de piedra construida en el siglo XV, se aclamaba en la historia el Real Monasterio de San Zoilo. Era un lugar privilegiado para descansar en la hospedería, contemplar la iglesia, deambular por el claustro plateresco y pasar de puntillas entre los sarcófagos pertenecientes a la familia de los Beni Gómez. El fastuoso retablo mayor procedía del pueblo de Baquerín de Campos (Palencia), dedicado a Nuestra Señora de la Asunción, que estaba representada en varias escenas de su vida relacionadas artísticamente con la escuela de Gregorio Fernández.
Una restauración reciente en el templo cluniacense había permitido el descubrimiento de dos capiteles románicos del siglo XI de temperada ejecución en el muro de la nueva iglesia iniciada en 1633. Como espectador, sentía el silencio de la tenaz construcción y el rumor distinto del tiempo antiguo respirando modernidad.
Cruzando los nueve ojos del Puente Mayor de recia piedra de sillería del siglo XVI, subí una cuesta en dirección al Santuario de Belén, antigua fortaleza de sobria traza, que guardaba una estatua de la patrona de Carrión de los Condes del siglo XIII. Contemplar el retablo del siglo XVI en el centro de la única nave de tres tramos significaba un ejercicio visual. Estaba dividido en siete calles los tres cuerpos del retablo que generaban cuadriculas ocupadas por ocho óleos con pasajes de la vida de la Virgen María y 21 tallas de personajes celestiales. Una obra de envergadura en composición y finura en ejecución. La patrona con rica vestimenta desde el siglo XVI tenía una corona de oro con incrustaciones costeada por los carrioneses. En un banco de la puerta, unas aldeanas hablaban de encajes. Los pocos visitantes del Santuario entraban y salían sin prestar mayor atención al templo. Se asomaban con prisa al mirador para ver el meandro del río Carrión.
El Museo de la Semana Santa (1987), ubicado en una antigua sinagoga, estaba abierto y mostraba distintos pasos en la reconvertida Ermita de la Cruz del siglo XVI, hecha de ladrillo, y sede de la cofradía penitencial de la Vera Cruz. Me llamaron la atención, entre otros, el paso “El Descendimiento” de escayola y pasta de madera (1947), que era uno de los dos pasos que existían en la provincia de Palencia, además de otras tallas, tablas, óleos, grabados y grupos escultóricos. El tema seleccionado para el grupo escultórico de composición atrevida lo había visto en otros pueblos (Guadix y Sineu). A pocos metros caminando estaba la Plaza de San Andrés.
La iglesia de San Andrés era monumental por sus elevadas columnas que sostenían tres naves. Conocida como la “Catedral de Carrión de los Condes” había sido terminada en 1574. Desde el exterior se advertía una cúpula octogonal con linterna realizada en 1887 y una portada con hornacina e imagen de San Andrés de 1702. El retablo procedía de otra iglesia (Santa María del Camino) e incluía una escultura de San Andrés Apóstol en el centro y una pintura de Nuestra Señora de la Asunción en la parte superior. Siempre atraído por los órganos de las iglesias, este era de 1766, restaurado sin mucha fortuna en este siglo, y que había pasado de ser un instrumento ambientador a otro que ya cumplía su función musical con teclados, pedalero y tubos. Delante del templo, una escultura homenajeaba al fundador de la Pontificia y Real Universidad de Santo Tomás de Manila, Fray Benavides y Añoza, que en la actualidad era la universidad católica más grande del mundo y más antigua Asia.
Uno sentía alegría de ver todos los templos abiertos al público. Mientras que en la iglesia de San Andrés se había celebrado un bautizo y los familiares estaban vestidos para la ocasión, el interior de la Iglesia de San Julián, vacío, echaba de menos a los feligreses. Fuera del templo, unos jóvenes bebían sentados en las terrazas con retozada satisfacción, que no desviaron mi atención de contemplar al titular del templo en una hornacina junto a dos escudos nobiliarios (S. XVI) en la fachada. ¡Qué sorpresa! El templo de una nave de cruz latina tenía suficiente luz para apreciar los retablos dorados de cargado barroquismo en las columnas, y la cúpula sobre el crucero. Parecía que el escultor Pedro Mazo Vélez (1706) había dado libertad a los 56 ángeles de cuerpo entero y serafines de menor tamaño para que repoblaran con flores cualquier espacio de las calles y columnas de los retablos. Además, la Asunción y tres esculturas de santos (San Juan Bautista, San Fernando y San Julián) y cuatro ángeles portando diversos atributos (clarín, escudo, mitra y báculo) componían la obra artística del retablo mayor.
Retomé la calle la Rúa para acercarme a la Plaza Mayor con el edificio del Ayuntamiento de 1868 que daba relieve e importancia al entorno, sobresaliendo el reloj campanario que sonaba sobre los plátanos de la plaza.
En esa plaza habían confluido mis dos visitas al pueblo. La primera fue para conocer el templo de Santiago y Museo de Arte Sacro de Carrión de los Condes en el año 2017. La segunda tuvo como motivo saber algo de la exposición LUX de las Edades del Hombre en su 25ª edición.
En la primera visita escribí: “No creo que exista una iconografía que represente mejor los oficios de un pueblo que las 22 figuras de la arquivolta achaflanada del arco de medio punto del templo de Santiago y Museo de Arte Sacro de Carrión de los Condes.
Los gremios medievales del siglo XII esculpidos sobre piedra en el antiguo templo conventual son un homenaje a la gente obrera, humilde, que manejaba profesiones y artes manuales dispersas en la comarca palentina de Tierra de Campos, como un zapatero, un ceramista, un herrero, un copista, un juglar, un monje, un arpista, un sastre, etc. La representación escultórica alude incluso a otras comunidades religiosas, porque se puede advertir en un personaje (herrero) que lleva gorro y rizos al estilo judío.
A este respecto, el Ayuntamiento de Carrión de los Condes cita como uno de sus hombres ilustres al poeta hebreo-español Rabí Don SemTob que terminó la traducción del árabe al hebreo de la obra litúrgica Preceptos Temporales de Israel ben Israel hacia 1349. Es más, en la obra pedagógica del Rabí, Doctrina cristiana, se quiere advertir el primer catecismo de Occidente.
La gente del pueblo de Carrión de los Condes gustaba aparentemente de fiestas, según se observa en la figura de una danzarina o de un juglar, y cuidaba la costumbre de llorar – mediante pago – en los entierros, como atestigua una figura de plañidera. Conviene recordar que el templo de Carrión de los Condes formaba parte de un conjunto monástico y que cerca había un hospital de peregrinos que hacían el camino de Santiago Francés (Carrión de los Condes era la Etapa 16), por lo cual los gremios del pueblo estaban en contacto con otros pueblos y respondían a las necesidades ordinarias y perentorias de los viajeros.
La fachada occidental del templo, además de las 24 dovelas del extradós, contiene otros elementos iconográficos de carácter simbólico que se deben subrayar. En el par de capiteles de las columnas sobre las que se apoya la arquivolta, se alude al Bien en el capitel de la izquierda y al Mal en el capitel de la derecha.
Dos estilos de escultores intervinieron en el friso superior: uno que representaba las figuras de manera plana, y otro, más moderno, que daba volumen y movimiento a las figuras. Centraba el friso el Cristo en Majestad rodeado por los cuatro evangelistas en su forma antromórfica (tetramorfos). A continuación, y dentro de arcos lobulados sitúan los doce Apóstoles. Algunos estudiosos piensan que con este friso se inicia el estilo gótico y ven paralelismos entre las figuras del friso y las obras escultóricas situadas en otros monasterios (Silos) y catedrales (Santiago).
En el friso del Templo de Santiago el espectador tiene oportunidad de enumerar las representaciones del Jerusalén Celeste y de los Apóstoles, con sus atributos diferenciadores. Un observador atento reconoce que la fachada del templo es una obra narrativa religiosa y simbolista de las creencias y artes manuales de un pueblo.
El templo de Santiago tiene merecidamente la consideración de Bien de Interés Cultural. Desde 1993, además, alberga un Museo de Arte Sacro con piezas artísticas procedentes de otros templos.
La circulación por el pueblo te lleva a ver otras iglesias con valor artístico, al tiempo que ves pequeños bustos en monumentos dedicados a personas ilustres, como Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana, poeta con obras de corte alegórico, mientras que otras personas de nuestra historia académica y política están recordadas, por lo menos en la web oficial del Ayuntamiento, como Ramón Carande, Carlos Ollero o Enrique Fuentes.
Cerca de la Plaza Mayor y de la Plazuela del Primer Marqués de Santillana, caminando por la calle Santa María está otra iglesia románica construida con piedra de sillería, Santa María del Camino (S. XII), dedicada a la Virgen de las Victorias, por la derrota de los moros cuando pretendieron cobrar el «Tributo de las Cien Doncellas». Es conocida igualmente con el sobrenombre del Camino, por ser este pueblo ruta jacobea.
En el arco de la puerta principal se encuentran algo deterioradas las figuras alusivas a la leyenda del Tributo. Dentro del templo, grande, con escasa iluminación, a pesar de los lunetos, se recorre la planta basilical de tres naves, advirtiendo en los cuatro tramos que la componen hornacinas, capillas y altares hasta llegar al Retablo Mayor, reconstruido en 1685, en estilo barroco. La cúpula ciega en el crucero revela su decoración contrastante con la del arco de la puerta principal».
Hasta aquí la narración de la primera visita. Con ocasión de la segunda, la exposición Lux facilitó el acceso al templo, pero… solo para ver las obras recolectadas de distintos templos leoneses y castellanos alusivos a Cristo (Lux Mundi) y a la figura de María como reflejo de la Luz Divina. En particular, la Iglesia Santa María del Camino acogió piezas dedicadas a saludar a María, enaltecerla toda hermosa, y como virgen y madre: Anunciación de María (Alonso Berruguete), Santa Ana enseñando a leer a la Virgen (Juan de Juni), Inmaculada Concepción (Pedro de Mena), Los pretendientes de la Virgen (Pedro Berruguete) o Virgen del Rosario (Gregorio Fernández), entre otros.
Junto a las iglesias militantes en peregrinación del pueblo carrionés, el templo fortaleza cisterciense, protegido por los Caballeros Templarios, de Santa María la Blanca de Villalcázar de Sirga (Palencia), a 6,7 km de Carrión de los Condes, me dejó atónito cuando atravesé la portada meridional doble, luego traspuse el par de cruceros hasta llegar al presbiterio para contemplar el desarrollo iconográfico del maravilloso altar mayor, presidido por la imagen gótica de la Virgen Blanca.
En los ecos del órgano ahora mudo o en el rumor de las espigas ya segadas, en el fulgor de un puente románico o en las gotas salpicadas del Carrión, te adivinaba todos los oficios y en la Fe y arte en la era de las catedrales sirgaban los peregrinos en sueños que visiblemente habitaban en este tramo de Carrión de los Condes.
Visita extraordinaria, en esta ruta jacobea, para deleite de todos los sentidos que a traves de Luis Miguel Villar nos llevan a conocer lo desconocido. Mil detalles captados por el autor con una aguda visión de la historia iconográfica, los personajes, los elementos… Una belleza de templos que son descritos didacticamente por el autor. Me emociona este lugar sacro y mi deseo por visitarlo para vivir en directo todo el esplendor de Carrión de locars Condes.
Gracias por esta peregrinación por Carrión de los Condes.Textos que dan vida a las fotos y hacen que uno se sienta allí presente, en cada uno de esos lugares. Marivi
Textos tan bellos como los lugares a los que se refieren.
Gracias por compartir excelente descripción deseando poder visitar tan hermosos lugares