CU de la US
Luis Miguel Villar Angulo

Bordeando el embalse del río Ebro

Desde el balneario de Corconte (Comarcal CL-630 Km. 2, en el Valle de Valdebezana – Burgos) fuimos en coche al pueblo cántabro de Corconte que distaba 1,9 km para conocer el Centro de Interpretación del Embalse del Ebro.

Al lado derecho de la carretera había una casa en estado abandonado. En los altos de un tejado unas cigüeñas blancas habían levantado un nido de palos, hierbas, pajas y materiales del entorno donde habitaban en familia. Parecía que las cigüeñas adultas estaban alimentando a las crías que no se rebullían con soltura. No consideraba muy ancho el tamaño del nido. Una familia que enriquecía la biodiversidad de la pradera del embalse donde hallaba toda suerte de artrópodos (lombrices, escarabajos o saltamontes).

De vez en cuando, las crías emitían crotoreos acompasados con el ruido de coches y camiones por la carretera. Reconocían la llegada de los progenitores con alimentos pinzados que dejaban caer en sus picos. Aquellas zancudas criaturas no se cubrían de rubor alguno. Esa ceremonia era diaria, no importaba la hora y el día en que pasearas por aquella zona. Luego descubrimos que la cigüeña blanca había encontrado la mayor nidificación del Cantábrico en la península de La Lastra del embalse del río Ebro, un sitio con riberas bajas, estepas, cantiles de piedra y una gran diversidad de bosque.

Todos los pueblos del perímetro de 90 km del embalse con una longitud máxima de 20 km y una anchura máxima de 4 km estaban muy deshabitados. Era frecuente ver ganado vacuno y caballar pastando en las inmediaciones de las aguas del embalse. También se podían avistar personas haciendo windsurf.

A la izquierda de la carretera la fábrica embotelladora de agua de Corconte justificaba parcialmente el origen de vida luminosa del balneario que tenía un fondo saludable. Las propiedades diuréticas de las aguas habían ganado fama por su mineralización débil para las enfermedades del riñón y de las vías urinarias comercializándose en 1878. Así, el “Hotel de la Fuente” (que todavía persistía en algunas instalaciones) se convirtió en el “Gran Hotel Balneario” en 1922, regido por manos privadas.

Balneario de Corconte, embalse, prados y nido de cigüeñas

El Centro de Interpretación del Embalse del Ebro estaba situado en una zona medio alta del núcleo de Corconte en el término municipal de Campoo de Yuso, al norte del embalse. El edificio de dos plantas contaba con un monitor que hacía las veces de guía. Nos explicó con propiedad los distintos apartados museísticos. Impresionante era una alacena cubierta de botellas de Corconte que cubría un testero de la primera planta. Los paneles informativos, la proyección de un video sobre el ciclo del agua, el área de actividades para los escolares y las fotografías ilustraron con suficiencia una forma de interpretar el origen del embalse del Ebro. Desde una de las ventanas se veía un ángulo de la extensa lámina de agua de la presa.

En aquellos momentos una visita de muchachos en edad escolar justificaba la creación del establecimiento. La Red de Centros de Visitantes incluía uno para conocer el paso del grano de harina de Castilla a Santander (Harina Pesquera); otro dedicado al patrimonio forestal, particularmente el robledal (Monte Hijedo Riopanero); un tercero a los usos agrícolas y ganaderos (Piedra en Seco la Puente del Valle) y, finalmente, otra entidad para diseminar el conocimiento del bosque de ribera donde abundaban sauces, olmos, arces y frenos (Río Ebro Fontibre). De esta forma, y bajo patrocinio institucional se ayudaba al público a disfrutar del entorno cultural de Cantabria.

Me llamaron la atención varios aspectos del callejeo por el núcleo urbano de Corconte. Uno fue la fuente de dos caños acoplada a un muro repleto de macetas de colores con la inscripción: “Una mujer, una flor”; otro, una casa moderna que mantenía la apariencia de arquitectura rural junto a un prado con una pareja de yeguas y crías; un tercero consistió en una casa rural restaurada en ventanas con un escudo heráldico que llevaba por leyenda: “LANDABEREA-FUENTES”; a continuación, una pintura con un par de pasiegos que ilustraba la parte delantera de piedra blanca en forma cilíndrica de una vivienda (firmada por Busti & Chayolar), y, finalmente, la Iglesia de Nuestra Señora de las Angustias (s. XVII), que permanecía cerrada.

El templo no estaba clasificado en ninguna de las páginas relacionadas con el municipio. Se componía de una torre campanario cuadrangular con reloj hecha en sillería bien tallada con cuatro remates de estilo renacentista en el tejado; una nave única longitudinal con pórtico lateral a mediodía cubierto por un tejado rojo y una puerta de acceso al templo; varios contrafuertes, estrechas ventanas abiertas sin estilo y un curioso escudo heráldico en el muro meridional que conferían al templo una cierta extrañeza. El escudo regularmente tallado contenía las armas de Bustamante en dos cuarteles. Como otras iglesias de la ribera del Ebro, podría ser de estilo tardogótica, aunque tenía contrafuertes toscos y una cabecera recta.

Centro de Interpretación del Embalse del Ebro, casas, fuente e iglesia de Nuestra Señora de las Angustias

Alberto, monitor del balneario, nos había hablado en varias ocasiones de la Ermita Nuestra Señora de las Nieves (s. XVII) en el Campoo de Yuso por tener vistas espectaculares de la zona meridional del embalse del Ebro. Estaba situada a corta distancia de Corconte. Tras atravesar varios núcleos poblaciones de escasísima población (La Costana era la capital de la zona y tenía únicamente 47 hab.), llegamos a la desviación de Monegro en dirección a Reinosa.

Subimos una carreterita sinuosa de 1,5 km en coche atravesando robledales y campas abiertas donde pastaban libres las vacas por encima de los 846 m de altitud que tenía el pueblo. Como curiosidad, un Vía Crucis jalonaba la subida al monte con inscripciones de cada pueblo de la zona en cada una de las catorce estaciones.

El templo era un lugar de romería cada 5 de agosto para honrar a la patrona, también conocida como Nuestra Señora de Labra. Desde el mirador de la campa, la panorámica penetraba en los confines del embalse y en las sierras calizas burgalesas por el sur, se discernían operaciones runruneantes de tractores labrando y segando campas, mientras las nubes bajas procedentes del Cantábrico cubrían los prados y bosques de cortinas blancas cargadas de humedad.

Después de atravesar la zona vallada de madera observé algunas siluetas del templo erigido con regulares sillares en las esquinas reforzadas con contrafuertes en la cabecera. Sobresalía la espadaña con campana rematada en cruz sobre un frontón curvo partido, y la puerta de acceso con dovelas que formaban un arco de medio punto.

Eran llamativos los altavoces y otros dispositivos eléctricos colocados en la espadaña, así como las placas solares apoyadas sobre el tejado rojo de la vertiente de mediodía. (Este detalle me hizo sospechar que habría necesidad de difundir información y rezos el día de la romería, fecha que podría alcanzar una temperatura media de 17 grados). Alrededor del templo, crecían matas de lavanda mariposa morada y grosellas con bayas rojas que rompían el monocorde color ocre de la piedra de los muros.

Ermita Nuestra Señora de las Nieves

Nuestra ruta perimetral del embalse siguió por la CA-171 hasta Requejo. Nos desviamos para observar la iglesia de San Pedro (ss. XVII-XVIII), pero no pudimos ver el retablo de estilo churrigueresco de su interior. De hecho, el patrimonio cultural religioso del Campoo merecía investigaciones y estudios para indagar y describir el trabajo de los canteros de cada templo de la zona. En aquel lugar giramos en dirección a Bolmir por la CA-731. Allí habíamos hecho una parada el día anterior para anotar detalles de los canecillos de su magnífica iglesia románica. Y todavía era objeto de comentarios entretenidos en el grupo cuando enarcaba las cejas y comentaba en voz alta las representaciones eróticas de los canteros que traducían la vida de los aldeanos, como los leones en situación de cópula o personajes itifálicos. Uno de los componentes del grupo recalcó la tradición erótica de muchas iglesias románicas de Cantabria, en particular, San Pedro de Cervatos, que distaba a 6 km.

Iglesia de San Pedro en Requejo

Al lado del núcleo urbano de Arroyo, las aportaciones de aguas de los ríos Ebro, Híjar e Izarilla, y de manantiales y riachuelos de menor caudal procedentes del deshielo de la cordillera cantábrica, formaron el embalse del Ebro. La presa era del tipo gravedad, es decir, la estabilidad del ingenio se debía a su propio peso.

El agua retenida se contrarrestaba por el peso del hormigón de la presa de perfil triangular. Cimentada sobre una base rocosa, los bloques de hormigón eran colosales, contando con un sistema de drenaje que reducía la presión sobre el hormigón. En nuestra observación desde la carretera CA-730 que cruzaba la presa de 250 m de longitud vimos la construcción de un aliviadero al fondo de base a unos 30 m. Inaugurada en 1945, era la tercera presa en capacidad de la cuenca hidrográfica del Ebro. Aparte, una toma de agua suministraba el líquido elemento a una central hidroeléctrica. En recuerdo a tan importante presa, el nombre del ingeniero Don Manuel Lorenzo Pardo quedó grabado en una lápida de un muro.

Presa del embalse del Ebro

Nos costó un buen rato averiguar cómo se llegaba a la torre enhiesta de Villanueva de las Rozas sobre el embalse, que evidenciaba el recuerdo de las ocho iglesias y dos ermitas inundados por los 540 millones de metros cúbicos de agua embalsada; testimoniaba las viviendas, pastos, prados y cultivos anegados; probaba que hasta 1800 personas sufrieron el desalojo de sus hogares en 1947 sin las compensaciones prometidas. Era el recuerdo que punzaba el olvido.

Había en el fondo del embalse una perla de vida agrícola de La Rasa y un viejo arado. Las sutiles capas de agua del embalse acariciaban tus pies con delicadeza cuando paseabas en ellas; había un grupo de bañistas en corrillo haciendo una tertulia en la playa fluvial de Arija; sus brazos coloridos por la brisa los mantenían hermanados. Cerca se divisaban patos coloraos, los más buceadores de la península, reflejos plateados de ánades frisos y picos largos de hembras zarapitos reales husmeando en las orillas fangosas y entre las piedras vanidosas. La torre de la iglesia de Villanueva  (catedral de los peces) se había convertido en un observatorio a la que llegamos después de un recorrido de 300 m de longitud.

Una pasarela de madera unía la orilla con la entrada de la torre. A pesar de tener escalera de caracol, no subimos a la cima de la torre para ver los barbos, carpas, truchas y cangrejos de las aguas transparentes que se veían a otra hora de la mañana. Cuando el agua pasaba se divisaba la caída de una nube a poniente rozando la orilla en cortinas vaporosas en un fondo siempre pálido de cielo.

Iglesia de Villanueva (catedral de los peces)

Tras 15 km por la N-623 llegamos a la Pirámide de los italianos. Nos había recomendado esta visita Ariane en un mediodía mientras nos atendía en el comedor del balneario. El acceso estaba cortado por una alambrada de pinchos. En el sendero hasta la cumbre sorteamos moñigas de vaca como ensaimadas resecas por el sol. Era un monumento en memoria de los soldados italianos caídos en la batalla del Puerto del Escudo, construido en hormigón y forrado por placas de piedra caliza de 10 m de altura, que los visitantes utilizaban como escalones para hacerse selfies en lo más alto. Un mausoleo denostado y deteriorado de la participación italiana en la Guerra Civil española inaugurado en 1937 y abandonado a su suerte desde 1975 sin restos funerarios. Disputando el montículo de malas hierbas, veíamos el Puerto del Escudo a 1011 m de altitud. Veíamos nuestro regreso al balneario del embalse. Al llegar la hora de la cena, el amable semblante de Ariane nos sonrió…

Pirámide de los italianos

Luis Miguel Villar Angulo
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