Covarrubias de calles porticadas y casas con entramados de madera.
Entré por la carretera N-234 a la Covarrubias de calles porticadas y casas con entramados de madera cruzando el puente de Covarrubias sobre el río Arlanza (Fig. 1), que se representaba en el escudo de la villa. Era mi segunda visita al pueblo.
Viajaba entre enebros, cerezos, nogales y vides del valle del Arlanza (en el que se asentaban otras villas de sumo interés que había visitado anteriormente (Lerma y Santo Domingo de Silos) y no me sorprendí al ver buitres volando ocasionalmente por el cielo. Por los alrededores, había muchas cuevas horadadas en la tierra de color rojizo, cuevas-rojas, de donde le vino el nombre a la villa.
Como en otros pueblos medievales europeos, la construcción de las casas de Covarrubias, la heráldica en las fachadas, el torreón y las iglesias me hicieron rememorar otros pueblos del corazón de Castilla. Esta tierra se fue reconquistando a los moros (musulmanes) con el esfuerzo de nobles y de la iglesia que fueron poderosos y que han dejado testimonios de sus dominios en edificios singulares. Es una larga historia la que cuenta esta villa de Covarrubias, desde el rey visigodo Chindanvisto (año 673) al conde Fernán González (970).
Recorrido por la villa
Seguí parcialmente el recorrido que recomendaba el mapa de la guía de información del Ayuntamiento. Atravesando el puente sobre el río Arlanza y siguiendo un lienzo de la muralla, desemboqué en uno de los cruceros del siglo XVI y rollo jurisdiccional, que aludía probablemente a la concesión de villazgo o jurisdicción propia, es decir, un punto en donde se ejercía justicia en la villa. Estaba situado frente al Torreón defensivo del siglo X de Fernán González (Fig. 2), que representaba el emblema de la ciudad en muchos escudos. Se accedía al Torreón por una puerta en forma de herradura y se coronaba con matacanes y saeteras. La arquitectura ciclópea del Torreón pudo haber sido la razón de erigir el edificio en forma de pirámide truncada en altura (22 mts.) que sirviera de vigilancia de la vega que se extendía tras la muralla hacia el río y de protección contra las escaramuzas. La tradición dice que aquí estuvo emparedada doña Urraca, hija de Fernán González, que fue tres veces reina y dos regente, y cuyos restos reposan en la Colegiata.
En dirección al Archivo del Adelantamiento de Castilla (segunda mitad del S. XVI) se abría la plaza de Doña Urraca que tenía como fondo el actual Ayuntamiento y que según la tradición lo habitó Fernán González (Fig. 3). El edificio del Archivo (que ha perdido su función de depósito documental) es de estilo herreriano y las ventanas renacentistas, rematando con un escudo. El conjunto es un Bien de Interés Cultural, que acoge la oficina de Turismo y la Biblioteca municipal.
Iglesia parroquial de Santo Tomás
Regresaba por la calle Fernán González para visitar la Antigua Botica (Fig. 3), pero era una casa privada que no estaba abierta al público en ese momento. Así que aproveché para visitar la Iglesia parroquial de Santo Tomás (Fig. 4) del siglo XII, al menos de esa época era la capilla absidal de la epístola. El resto monumental fue reconstruido en el siglo XV, destacando la escalera plateresca que daba acceso a una tribuna, donde estaba el órgano del siglo XVIII, con tubos que conducían el aire a sonidos de clarines que avivaban el ánimo de la feligresía; la vidriera renacentista situada detrás del órgano representaba la Natividad. Otros puntos de interés eran el púlpito policromado, la pila bautismal románica o el altar mayor neoclásico del siglo XVII con figuras que podrían recordar el estilo de Gil de Siloé. La escasa iluminación del templo dificultaba la captación de las pinturas de los restantes retablos (la iglesia tenía seis retablos). El hombre que se encargaba de mantener el templo abierto poco añadía a la historia del templo a pesar de su cortesía, así que decidí continuar la visita a la villa. Desde el exterior, cruzando un arco que rodeaba la iglesia se advertía su masa pétrea con un remate de ladrillo en el campanario con entramados de madera, como prototipo constructivo de muchos edificios de la villa.
Por la calle Santo Tomás paré para charlar con un hombre de bastante edad sentado en un poyete de piedra con sus manos apoyadas en una cachava de madera, cubierto con una gorra, que contemplaba el nido de golondrinas de una esquina de las crujías de madera de la calle soportalada. La edad mantenía vivo su razonamiento sobre los aspectos de la vida cotidiana. Continué por la calle Obispo Peña deteniéndome ante la fachada de la casa con escudo del que fuera obispo de Verapaz y Quito, y promotor de la Universidad de México, según rezaba en una lápida conmemorativa de 1992. El balcón se sustentaba sobre ménsulas o vigas decorativas. La plaza era una sucesión de casas con soportales, balcones apoyados en arquitrabes labrados junto a otros sobre cubiertas planas o adinteladas.
Antes de llegar a ver el tesoro de la Ex-Colegiata de San Cosme y San Damián, las calles con casas entramadas hacían honor al medievalismo de las construcciones, como la casa de adobe y entramado de madera de Doña Sancha del Siglo XV (Fig. 6). Se componía la casa de tres cuerpos, un amplio soportal que permitía la circulación de la gente protegiéndose del sol y la lluvia, una planta con balcón, paredes y ventana al amparo del sol, y una galería superior abierta como si fuera un mirador para disfrutar del sol.
Iglesia de San Cosme y San Damián
La iglesia de San Cosme y San Damián tenía dignidad de Colegiata. La iglesia actual fue reconstruida en 1474. Dentro del templo de tres naves, como espectador tenía la sensación de estar en una catedral gótica bien iluminada hecha en piedra caliza. El retablo de la iglesia era barroco (S. XVIII) con las imágenes de los santos Cosme y Damián que contrastaban con la sencillez de las lineas góticas del edificio. Igualmente, el Altar del Rosario era barroco (S. XVIII). La iglesia conservaba más de treinta sarcófagos con cartelas: la tumba de Fernán González, el sarcófago de Doña Sancha y de otras familias nobles, como si el templo fuera un panteón. Detrás del coro, el órgano del siglo XVII era otra pieza de indudable valor por el sonido de la trompetería, según contaba el guía del museo.
El Claustro tenía más unidad de estilo constructivo formando un cuadrilátero. Conservaba en su claustro el sepulcro (S. XIII) de la Infanta Cristina de Noruega, casada con el hermano de Alfonso X el Sabio, Felipe de Castilla y Suabia (Fig. 7). Este matrimonio había dado lugar a una relación simbólica entre las ciudades de Tønsberg (Noruega) y Covarrubias digna de mantenerse más allá del sepulcro gótico de piedra labrada de la infanta en el claustro, que tanta repercusión ha tenido para esta villa, porque ha estrechado los lazos de España con Noruega recordando aquel matrimonio que terminó rápidamente por la muerte de la infortunada Cristina. Cerca del pueblo se ha levantado la Ermita de San Olav, patrón de Noruega, respondiendo así a la voluntad de la Infanta (aunque haya sido 753 años después de su muerte).
Remodelado Museo con 150 piezas
El Museo de la Colegiata alberga 150 piezas de arte sacro tras su remodelación para las Edades del Hombre. (La nueva disposición de las piezas en las salas y la iluminación de los techos del Museo no solo merecieron cierta crítica del guía, sino que me sorprendieron por haber alterado sin mucha justificación la primitiva estructura del Museo, dificultando, por ejemplo la observación correcta del artesonado mudéjar del S. XV). No obstante, el famoso Tríptico de los Reyes Magos, pintado por el maestro de Covarrubias, atribuido a Gil de Siloé en el siglo XV (Fig. 9), seguía constituyendo la pieza más sobresaliente del Museo y de Covarrubias. Igualmente, destacaban el Trasplante de pierna de Pedro Berruguete (S. XV), detalle del retablo pintado en tabla de la Imposición de la Casulla a San Ildefonso, la Virgen del libro (S. XV), atribuida a Van Eyck o el Santo Tomás de Alonso Sedano (S. XV) (Fig. 10). Aparte, se alternaban piezas de orfebrería y ornamentos litúrgicos en distintas vitrinas. Eche de menos leer las cartas de la fundación del Infantado de Covarrubias (S. X) o el documento que testificaba la concesión de los fueros de Covarrubias por la Infanta dona Sancha.
En el exterior de la iglesia me detuve contemplando la estatua de la princesa Cristina de Noruega de Brit Sørensen. Llevaba en el recuerdo el nombre de doña Urraca, primera Infanta de Covarrubias, que murió en esta villa en 1038, distinta infanta de doña Urraca que ejerció su señorío en Zamora y que murió en 1101. (El nombre Urraca de bastante difusión en la edad media se vinculaba a la Virgen María). Las casas, calles y papeleras del pueblo estaban cuidadas (Fig. 11). Las terrazas de los bares apenas tenían clientes a esa hora de la mañana. La villa había recibido tantos galardones nacionales que mucha gente lo consideraba el pueblo más bonito de Burgos. A mí me pareció estar en un señorío feudal de carácter religioso en el condado de Castilla.
Covarrubias de calles porticadas y casas con entramados de madera es un Bien de Interés Cultural.