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Luis Miguel Villar Angulo

Valldemossa en los Preludios de Chopin contiene inspirada melancolía


Vista de Valldemossa

A 17 Km de Palma de Mallorca, 29 minutos en coche, escalando la Sierra de Tramontana, a 435 m de altura, barrida por el viento del mismo nombre, cerca de Sóller, se encumbraba la silueta del pueblo de Valldemossa en una comarca que recientemente había sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco (2011).

El pueblo se asentaba en un marco paisajístico que favorecía la creación artística por la suavidad de sus laderas arboladas y sus escarpes enfrentados al mar. No me sorprendió que el pueblo hubiera atraído por diversos motivos a otros literatos y pintores que buscaron soluciones estéticas a problemas de la realidad (Jovellanos, Unamuno, Azorín, Rubén Darío, o Rusiñol).

Uno de los establecimientos más sorprendentes por su aislamiento y visión del Mediterráneo era el Monasterio de Miramar, cuyos orígenes se remontaban al siglo XIII. Un rótulo indicaba que el Archiduque Luis Salvador de Austria compró el edificio en 1979 y que invitó a miembros de las Casas reinantes, entre ellas a la Emperatriz Sisí de Austria, que puso el nombre “Miramar” a su yate. El Museo del Monasterio contenía un molino, y el bucolismo del exterior se manifestaba en unas ovejas pastando libremente en el campo. Un ala de arcos góticos recordaba un claustro en medio de unos jardines floreados de almendros.

Monasterio de Miramar
Jardines del Monasterio de Miramar

En mi recorrido circular del pueblo, me detuve ante la Ermita de la Santísima Trinidad, fundada en el siglo XVII. Estaba habitada por la Congregación de San Pablo y San Antonio, dedicada al trabajo y la oración en medio de un aislacionismo silencioso.

Ermita de la Santísima Trinidad

La Cartuja de Valldemossa había sido palacio residencial de reyes de la dinastía del rey Jaime II, allá por el siglo XIV. Los frailes cartujos la habitaron hasta la desafortunada y famosa desamortización de Mendizábal. La iglesia de estilo neoclásico tenía frescos de Manuel Bayeu, cuñado de Goya. Los paseos por el claustro, las restantes celdas (privilegiada igualmente era la de Rubén Darío, donde escribió El oro de Mallorca (1915), la hospedería y la farmacia que guardaban piezas de valor fueron agradables y tranquilos.

Torre de la Iglesia
Frescos de la bóveda de la iglesia

Las habitaciones de la Celda Prioral de la Cartuja conservaban legados artísticos. Allí, en la celda nº 4 residieron Chopin y su amante George Sand. Una obra musical del compositor polaco había iluminado uno de mis escritos (véase el capítulo Funciones acrisoladas de un profesor). Se trataba de la Op. 28, compuesta en la Cartuja con 24 preludios. Eran piezas breves de menos de 90 compases, que comunicaban ideas o sentimientos. Aparte, compuso una Polonesa, su segunda Balada y su tercer Scherzo. Algunos de esos preludios pude escucharlos en el Salón de Música del Palacio del Rey Sancho interpretado por un autor que vendía sus propias versiones del compositor. En el Museo de Chopin se exponía un dibujo del músico, y en el exterior, un busto recordaba los dos inviernos vividos en 1838/39 por el hijo predilecto de Mallorca desde 2010.

Dibujo de Federico Chopin. Celda-museo de Chopin
Busto de Federico Chopin, donación de Polonia, realizado por Zofia Walska en 1998

Allí, también, contemplé el famoso piano Pleyel, instrumento enviado a Chopin desde París para la composición de sus piezas musicales, que era el piano más antiguo de los utilizados por el compositor. En esta celda compartió enfermedad y arte con la novelista francesa George Sand (pseudónimo de Amantine Aurora Lucile Dupin), que escribió Un invierno en Mallorca (1841) donde relató, bajo un enfoque autobiográfico, su viaje y estancia en esta ciudad.

Piano Pleyel
George Sand (Amantine Aurore Lucile Dupin)
Silueta de Valldemossa. Iglesia parroquial de San Bartolomé y Real Cartuja de Valldemossa

Bordeaba el pueblo asentado en una cota semicircular y divisaba la Iglesia parroquial de San Bartolomé, gótica del siglo XIII, aunque con una torre construida posteriormente y la Real Cartuja de Valldemossa con la torre de la iglesia.

Valldemossa era también la patria chica de la única mujer mallorquina reconocida por su santidad. En este pueblo se conservaba la casa natal de Catalina Thomàs, conocida como La Beateta, nacida en la casa nº 5 de la calle Rectoría en el siglo XVI, profusamente adornada con plantas y flores en maceteros cuidados.

En el nº 5 de la calle Rectoría nació la Bta. Catalina Thomàs en 1531
Estatua de la Bta. Catalina Thomàs

Curiosamente, a 53 minutos en coche y hacia el este de la isla de Mallorca, había visitado el pueblecito de Petra lugar de nacimiento del misionero franciscano y evangelizador de California, Fray Junípero Serra.

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Luis Miguel Villar Angulo
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