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Luis Miguel Villar Angulo

CASTILLO DE VÉLEZ-BLANCO, por Juan Antonio Barrio Fernández.

Castillo de Vélez-Blanco

De regreso a casa tras pasar unos días de descanso  en Benicàssim, no teniendo que atenernos  a horario alguno, disfrutando de un tiempo casi primaveral a pesar de estar a finales de agosto, pues habían bajado notablemente las calurosas temperaturas estivales, y como la autovía A-92 que habíamos tomado en Puerto Lumbreras pasa cerca, decidimos hacer un  descanso y visitar el castillo de Vélez Blanco, que, desde mucho antes de llegar al desvío  que debíamos tomar para llegar al mismo, se divisaba majestuoso en la lejanía.

Dejamos la autovía en Vélez-Rubio y tras recorrer unos ocho km. de carretera, casi siempre ascendente, llegamos a Vélez Blanco. Estas dos localidades, junto con Chirivel y María forman la comarca de los Vélez, situada en la parte más septentrional de la provincia de Almería, limitando al norte y al este con la región de Murcia y al oeste con la provincia de Granada. El Parque natural Sierra de María-Los Vélez atraviesa los cuatro municipios.

El castillo constituye una seña de identidad de la comarca. Fue mandado construir por D. Pedro Fajardo y Chacón, Adelantado Mayor del Reino de Murcia, primer marqués de los Vélez, a quien Isabel  la Católica había obligado a permutar Cartagena (valioso para la Corona por su puerto) por los Vélez, Cuevas de Almanzora y Portilla. Es por lo que, al decidir  fijar la  residencia de su señorío en Vélez-Blanco, manda levantar el castillo. Y lo hace sobre una antigua alcazaba musulmana. Esto le sirve para justificar la obra ( los Reyes Católicos, para limitar el poder de la nobleza, habían prohibido levantar nuevos castillos y fortalezas), argumentando una restauración o rehabilitación de la fortaleza islámica existente. La obra se llevó a cabo entre los años 1506 y 1515.

Castillo de Vélez-Blanco

El castillo fue usado como residencia tanto por D. Pedro Fajardo como, después, por su hijo. Pero tras la muerte de éste, en 1574, los marqueses vivirán casi siempre en la corte, visitando el castillo tan solo en algunas ocasiones.

Tiene dos zonas: una construcción puramente defensiva, de planta rectangular,  de la que únicamente se conservan los muros, y  el edificio principal (el castillo en sí) que, aunque tiene una función defensiva (muros elevados, torre del homenaje etc., y que resaltan el poder señorial del marqués) está concebido interiormente como una zona  palaciega, más acorde con los nuevos gustos de una nobleza culta y refinada, lejos de los fríos y oscuros castillos de la Edad Media. Debemos tener en cuenta que, por una lado, la monarquía autoritaria los Reyes Católicos  limita las peleas internas entre la nobleza. Y por otro, al conseguir la unificación territorial de los reinos peninsulares (excepto Portugal) con la conquista del reino nazarí de Granada (1492) y la posterior anexión de Navarra (1512) hacen que la nobleza ya no esté  tan preocupada ni interesada por la guerra, construyendo unos castillos o palacios más confortables donde habitar e interesándose también por otros aspectos como la cultura. Así el marqués era señor feudal pero también hombre de letras, culto, amante de la lectura: tenía una biblioteca con más de mil volúmenes.

Se accede al castillo por la primera construcción, en cuyos muros hay unas troneras artilleras que nos indican que estaba preparado para las armas de fuego. Subimos una rampa y cruzamos por una pasarela (donde antiguamente estaría el puente levadizo) al edificio principal. Está  construido sobre roca viva y su planta tiene forma de hexágono irregular.

 Al entrar (entrada gratuita) sufrí una pequeña decepción, pues esperaba encontrar algo más acorde con su impresionante aspecto exterior, sin embargo nos  encontramos con un edificio como en proceso de restauración y  con algunos elementos materiales modernos. Además no pudimos ver  todos los espacios que normalmente  permiten visitar, que son unos 750 metros cuadrados de los casi 2500 de superficie (2.300 indican otras fuentes), pues estaban acondicionando algunas zonas para un rodaje  cinematográfico.

Nada más entrar,  nos indicaron que pasáramos a una sala que había a mano derecha,  de cuyas paredes colgaban una serie de paneles  en los que nos informamos de la historia del castillo y de los avatares sufridos a lo largo del tiempo.  Había, también, dos maquetas del mismo.

A continuación pasamos al Patio de Honor, en torno al cual se organiza el castillo-palacio. Patio que es catalogado como “una joya escultórica del Renacimiento”. Pero por desgracia no pudimos disfrutar de la contemplación de sus  arquerías  ni de los capiteles corintios, ni de la abundante decoración que adornaba esta joya, según habíamos leído en la sala anterior.  Lo tuvimos que imaginar viendo algunas de las imágenes que aparecían en  los paneles  citados. Y no podremos disfrutar este patio renacentista, a no ser que viajemos a Nueva York,  donde se expone en el Museo Metropolitano como una de sus piezas destacadas. Y esto es así porque en 1904 fue vendido, piedra a piedra, por el Duque de Medina Sidonia, entonces dueño del castillo, en 80.000 pesetas; que tal vez fuera una suma importante para la época pero que en la actualidad representan 480€. En 1904 no existía ninguna ley de protección del patrimonio histórico artístico y se cometían este tipo de acciones que hoy día no entenderíamos. Lo compró un millonario americano que lo utilizó para su propio palacio y que terminó donándolo al museo de NY. Hay un vídeo en YouTube “Historia de un expolio: castillo de Vélez-Blanco”, de Mariano Hernández Pérez,  donde aparecen imágenes de cómo era el patio (y sigue siendo, aunque no esté en su lugar original),  en las que se aprecia una rica y fina decoración realizada en mármol blanco de Macael adornando los marcos de puertas y ventanas, los capiteles, las cornisas, los intradós y enjutas de los arcos rebajados.

También fueron vendidos (en esta ocasión a un coleccionista francés, en 1903) diez bajorrelieves de madera, de 6 m de largo por 0,7 de alto, que adornaban las paredes de los dos salones nobles. Y que son otra joya de la primera escultura renacentista en España. Hoy día se exponen en el Museo de Artes Decorativas de París. Estos salones son  el del Triunfo y el de la Mitología. La serie del salón del   Triunfo, seis frisos,  representa a Julio César, vencedor en la guerra de las Galias y su entrada triunfante en Roma. El salón de la Mitología estaba decorado con los trabajos de Hércules. Tanto César como Hércules serían un símbolo del poder y la autoridad del marqués que trae la paz y la riqueza al señorío, al que gobierna por encargo divino.

Una inscripción a lo largo de la cornisa informa de nombre y títulos del fundador así como de la fecha de construcción del castillo.

La idea de un patio renacentista pudiera ser que la tomara D. Pedro Fajardo al visitar en 1512 el castillo de La Calahorra (Granada), propiedad de la familia de su esposa. (A ver cuándo podemos visitarlo, pues se me han avivado los deseos de conocerlo).

Pero el saqueo y expolio comenzó antes de estas ventas. Ya en el s. XVIII se emplearon algunos materiales en otras construcciones. Con la invasión napoleónica, en la guerra de la Independencia, aumenta el expolio y destrucción, que continuará después de la misma: azulejos, artesonados, tejas… El castillo estuvo totalmente abandonado siendo utilizado como vivienda por personas del pueblo y por indigentes.

En el lado norte del patio está la Torre del Homenaje, símbolo del poder señorial y que podía aislarse en caso de asedio, por lo que  disponía de un aljibe.  Al patio da una  pared de la Torre, lisa  de unos 25 m.  de altura en la que solamente destacan una pequeña ventana y un escudo de armas.  En la fachada del castillo hay una serie de escudos más, alternando los de la familia del marqués y los de su segunda esposa doña Mencía de la Cueva, del linaje de los Duques del Infantado.

Subimos a la segunda planta donde hay una galería de seis arcos que se abre, de un lado, al Patio de Honor y, de otro, al pueblo y la vega de Vélez- Rubio, desde donde disfrutamos de  unas maravillosas vistas panorámicas. Y pudimos observar más de cerca los elementos decorativos  con los que se rematan las almenas y que no he visto en ningún otro castillo.

El castillo-palacio artísticamente está considerado como “una obra maestra de la arquitectura y escultura del primer Renacimiento en España, recogiendo la influencia del Quatroccento italiano”. Por ello fue declarado Monumento Histórico Artístico en 1931. También está declarado Bien de Interés Cultural.

En los años sesenta y setenta se llevaron a cabo los primeros trabajos  de rehabilitación del castillo: desescombro, limpieza, pasarela para acceder al mismo. En el año 2005 lo adquirió la Junta de Andalucía, por lo que cabe la esperanza de que algún día pueda recuperar su antiguo esplendor.

Castillo de Vélez-Blanco (maqueta, gárgola, artesanía con indalos)

Cada verano se celebra en él un “Festival de Música Barroca y Renacentista”. Este año, por culpa del Covid-19, se ha suspendido como la mayoría de actos culturales donde puede haber aglomeración de personas.

Al terminar la visita y despedirnos de la recepcionista, le preguntamos por la figura que adorna una de las rotondas de la localidad, informándonos de que se trataba de “El Brujo” una de las pinturas  de la cueva de los Letreros, donde se encuentra uno de los conjuntos de arte rupestre esquemático más importantes del país, destacando la figura del Indalo (representa un hombre -¿una deidad?- que sostiene con sus brazos un arco, tal vez el arco iris), el símbolo más característico de Almería.  Esta cueva forma parte del Conjunto de Arte Rupestre del Arco Mediterráneo, declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO en 1998.

Así que tenemos motivos más que suficientes para realizar una próxima visita, más pausada, a la zona y  disfrutar de su interesante arte rupestre,  así como de otros elementos  de su rico patrimonio monumental (como la  majestuosa iglesia  de  Nuestra Señora de la Encarnación, en Vélez-Rubio), cultural y natural.

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Luis Miguel Villar Angulo
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