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Luis Miguel Villar Angulo

Camino de Hita (Guadalajara)

 

Camino de Hita (Guadalajara)

 

Camino de Hita (Guadalajara)

Desde Plaza Castilla en Madrid a Hita en Guadalajara había que recorrer 90 kms. en coche, equivalentes a una hora de recorrido. Pero la duración de ese itinerario habría sido para una jornada de trabajo. La excursión era de recreo: un día para otear el paisaje primaveral, ver pueblos y si llegábamos a ver alguna procesión en algún pueblo, pues mejor. Ese día era el domingo en que se celebraba el Corpus Christi en una tierra manchega cubierta de verde, de triagales que todavía no habían amarilleado. La carreterara comarcal estaba señalizada pero teníamos un mapa con muchas rutas trazadas y páginas de internet seleccionadas que íbamos leyendo para hacernos una idea de los sitios y monumentos de interés. Decidimos numerar las rutas como en un tour, sin preferencias.

Camino de Hita (Guadalajara)

Itinerario

El primer destino fue:

Uceda

Paramos junto a la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de Varga. Amablemene una señora del pueblo nos abrió la iglesia y nos fue relatando la historia del templo, el proceso comunitario de recaudación de fondos, manos y tiempo para la reconstrucción del monumento, la placa de reconocimiento al párroco que había colaborado intensamente en la revitalización del templo y las hogueras de la época de la guerrra civil que habían chamuscado piedras y paredes en algunas zonas de la iglesia. Muchos pueblos tenían los templos cerrados por falta de personal dedicado a la apertura y cierrre de los mismos. Agradecidos a la señora, fuimos a ver los restos de un templo cistercierse que estaba a la salida del pueblo con una señal del camino de Santiago:

Santa María de la Varga, construido en un estilo románico de transición al gótico (siglo XIII), conservaba lienzos exteriores de artística traza en el ábside y absidiolos orientados a levante, que cerraban en su interior un cementerio. En día tan luminoso y tranquilo, la silueta de los restos le daban un toque de escenario para una película medieval.

El campo levantaba entre barbecho y barbecho verdes espigados de distinta floración: no conocía la flor amarillenta de la soja, tampoco distinguía los cereales. A todas las gramineas las llamaba trigo harinero o trigo pan sin saber que el triquitum antes de ser trillado tenía variedades. Mis anfitriones me recordaron el valor nutritivo que tenía el trigo duro, conocido también como trigo candeal, moruno, siciliano, semolero, o fanfarrón. Sin darnos cuenta, y mirando campos enrojecidos de amapolas llegamos a la segunda etapa:

El Cubillo de Uceda

No había nadie en la calle esa mañana dominguera. Decidimos dar literalmente dos vueltas alrededor de la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción (siglos XV y XVI). Destacaba  su portada plateresca, aunque a mí me sorprendió más el ábside mudéjar, como si estuviera visitando iglesias por tierras toledanas, conquenses o turolenses. En fin, la Alcarria era un páramo calizo que facilitaba materiales generosos de construcción como el ladrillo. Y no solo eso como pudimos comprobar en la tercera etapa:

Casa de Uceda

Olía el pórtico de la Iglesia de San Bartolomé a romerotomillo, espliego y lavanda. Las calles también. Había una procesión por la calle y decidimos parar la excursión e ir verla. Era una procesión de parroquianos de edad que rezaban en altares construidos en plazoletas, con humildes colchas de colores colgadas en ventanas de un recorrido. Un dosel sustentado por cuatro varas acompañaba la Eucaristía que llevaba un cura. Muchas veces habíamos visto palios y baldaquinos decorados ostentosamente, pero la humildad de esta gente vestida de domingo se notaba cuando entonaba bajo el sol: «Cantemos al amor de los amores
cantemos al Señor,
Dios está aquí, ¡venid adoradores,
adoremos, a Cristo Redentor!

¡Gloria a Cristo Jesús,
cielos y tierra, bendecid al señor
honor y gloria a Ti, rey de la gloria
amor por siempre a Ti
Dios del Amor!

Unamos nuestra voz a los cantares
del Coro Celestial,
Dios está aquí, al Dios de los Altares
alabemos con gozo angelical.

Rezando, cantando y chascando las hojas y plantas aromáticas esparcidas por las calles, los feligreses daban a la procesión del Libro del Éxodo 19,2-6 un recogimiento especial. Luego, quedaba el olor y el propósito de caridad. Mientras, las trabajadoras abejas de la Alcarria seguían maximizando su espacio útil construyendo hexágonos de miel en este páramo casi deshabitado. Dando algún que otro rodeo por las carreteras, entretenidos y parados viendo espigas de avena, reina de los cereales por su alto contenido en fibra, vistosas y duraderas para la decoración, la siguiente etapa era ver:

Hita

El día se estaba nublando, amenazaba chaparrones y había que reponer energías antes de acometer la subida al pueblo que ocupaba una zona del cerro, más o menos la linea de la cintura del cono circular. Arriba quedaban los restos de un castillo, que debían ocupar las ovejas que pastoreaban por allí. Así que después de unas migas del arcipreste, que parecían bien cocinadas, acometimos la subida por calles empinadas con cierto susto por la estrechez de las calles para recorrerlas en coche. Desistimos de pasear en coche. Lo mejor era transitar a pie por el pueblo antes de que llegaran las oleadas de nubes grises y negras, dando tiempo a visitar el único monumento que estaba abierto por la tarde. Desde la Plaza del Arcipreste se veía el estilo arquitectónico de las casas sustentadas en fustes de madera que convertían las aceras en callejuelas porticadas. La espalda de la plaza era un lienzo de muralla. Hacia la salida de poniente, la Puerta de Santa María era un arco discreto, reconstruido, que pretendía ser como el burgalés de Santa María (salvando las distancias artísticas). Desde la terraza de la plaza del Ayuntamiento se veían edificios en cotas más altas y bajas. Hacia arriba, la Iglesia de San Juan, cerrada en ese momento tras haberse celebrado los actos litúrgicos de la mañana y las Ruinas de San Pedro, antigua iglesia que ofrecía a cielo abierto arcos y muros laterales sin más arte. El atento guía de la casa-museo Arcipreste nos dio muchas explicaciones sobre el pueblo, el museo y el Monasterio de Sopetrán que por ser propiedad privada, fuera del casco de la ciudad, no se podía visitar. La casa-museo se componía de salas en dos plantas. La más importante era la Sala del Libro del Buen Amor de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, que tenía apariencia de despacho de época y que conservaba ejemplares de ediciones del Libro del Buen Amor y de las Cantigas et Fablas. Una nota de edición de un libro decía que Juan Ruiz Arcipreste de Hita escribió este Libro en versos pareados y le acabó a 23 de Julio del año de 1389… En dos cartelas se transcribían las coplas a Doña Endrina del Libro del Buen Amor coplas 653 y 684 y La Chata del Libro del Buen Amor coplas 952 y 953. Particularemente destacable era el homenaje dedicado Manuel Criado del Val, que ocupaba una sala.  Como rezaba en un cartel, este ilustre escritor fue Premio 2009 y ganó su peso en miel de la Alcarria. Otra sala se dedicaba a la etnografía recogiendo en fotos los acontecimientos por los cuales Hita era uno de los Pueblos más bonitos de España. En el Palenque del pueblo se celebraban el Festival Medieval de Hita, el Combate de Don Carnal y doña Cuaresma, Torneos, Corridas de toros y Música y danza. En otras salas se habían ordenado restos arqueológicos y equipamientos para el cultivo y comercio de productos del campo, como las medidas tradicionales castellanas: medio celemín, un cuarto de celemín y media fanega. Otro cartel recordaba la historia de los judíos del pueblo y su modo de visa. Empezaba a llover con fuerza. No pudimos ver los «bodegos» excavados en casas del casco antiguo… Con el aire más limpio, despejado el cielo pasamos por

Ciruelas

No teníamos referencias del pueblo. Tampoco de la iglesia parroquial neoclásica ni de su arquitecto Jesús Tadeo. Pero allí sobresalía en majestad el templo sobre el resto de edificios del pueblo. De regreso a Madrid, hicimos una parada breve para contemplar la fachada de un Palacio … que merecía una visita más intensa, cuando lo abrieran…

Guadalajara

Palacio del Infantado

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(Mi reconocimiento a unos amigos que me han enseñado pueblos y castillos que rodean la capital de España)

Luis Miguel Villar Angulo

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